Capítulo 18: Respuestas

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— Mia —

Dos días habían pasado desde mi encuentro con Alex, desde el momento en que había decidido no entregarle la carta que había escrito con tanto amor y dolor. Dos días de encierro en mi habitación, donde las paredes parecían cerrarse sobre mí, ahogándome en un mar de emociones tumultuosas.

Laura, mi amiga más cercana, había venido a visitarme, trayendo consigo una bandeja de helado de chocolate, mi favorito. Su presencia era un rayo de luz en la oscuridad que me rodeaba, una mano amiga extendida en medio de la tormenta.

— ¿Cómo estás, Mia? —preguntó Laura con una expresión de preocupación mientras me servía una porción del helado. — He estado preocupada por ti.

Miré a mi amiga con gratitud, luchando por mantener mis emociones bajo control.

— Gracias, Laura —respondí con voz temblorosa, tomando un pequeño sorbo del helado derretido. — Es difícil explicarlo.

Laura me sonrió con ternura, sus ojos llenos de comprensión.

— No tienes que hacerlo sola, Mia —dijo suavemente. — Estoy aquí para ti, pase lo que pase.

Mientras hablábamos, Laura notó el desorden en mi habitación, la ropa tirada por todas partes, los libros apilados en un rincón y los papeles esparcidos por el suelo.

— Mia, ¿Qué ha pasado aquí? —preguntó con preocupación.

Me sentí avergonzada por el caos que había dejado que se apoderara de mi habitación, una representación física del tumulto emocional que había estado experimentando.

— Lo siento, Laura —murmuré, sintiendo un nudo en la garganta. — No he estado muy centrada últimamente.

Laura me miró con compasión, su expresión suavizándose.

— Está bien, Mia —dijo con voz tranquilizadora. — Voy a ayudarte a ordenar esto.

Mientras ordenábamos la habitación juntas, Laura notó una carta entre la correspondencia que había caído al suelo.

— Mia, parece que has recibido una carta de Alex hace dos días —comentó, extendiéndome el sobre con el remitente de Alex.

Mis manos temblaron mientras rompía el sello y deslizaba el papel fuera del sobre. Las palabras de Alex saltaron de la página, llenas de amor y curiosidad, dejando mi corazón en un torbellino de emociones. ¿Cómo había llegado esa carta aquí? ¿Alex había leído mi carta?

Mis pensamientos dieron vueltas mientras me sumergía en las palabras de Alex, cada línea resonando en lo más profundo de mi ser. Me sentí abrumada por una mezcla de emociones, incapaz de procesar completamente lo que estaba sintiendo.

— Laura, necesito hablar contigo —murmuré, levantando la mirada para encontrarme con los ojos comprensivos de mi amiga. — Hay algo que necesito contarte.

Con un suspiro, compartí con Laura todo lo que había sucedido, desde mi encuentro con Alex hasta mi decisión de no entregarle la carta. Hablé de mis dudas y miedos, de mis esperanzas y sueños, dejando que las palabras fluyeran libremente entre nosotros.

Al final de mi confesión, Laura me abrazó con fuerza, su apoyo incondicional reconfortándome en medio de la tormenta emocional que me rodeaba.

— Mia, sé que esto es difícil para ti, pero recuerda que tienes el control sobre tu propia felicidad. me recordó, sus palabras resonando en lo más profundo de mi ser.

Asentí con determinación, sintiendo una nueva sensación de empoderamiento crecer dentro de mí.

— Gracias, Laura —murmuré, sabiendo que no estaría sola en este viaje hacia la verdad y la autoaceptación.

Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo al darme cuenta de que si la carta de Alex había sido enviada hace dos días, eso significaba que él llegaría hoy. Con el corazón latiendo desbocado en mi pecho y las manos temblorosas, me volví hacia Laura, mis ojos reflejando una mezcla de ansiedad y determinación.

— Laura, por favor, necesito tu ayuda para terminar de limpiar este desorden —le pedí, mi voz temblorosa con nerviosismo. — Si quiero hablar con Alex, tengo que arreglarme y estar lista para cuando llegue.

Laura asintió con una sonrisa tranquilizadora, comprendiendo la urgencia de la situación. Juntas, nos pusimos manos a la obra, ordenando la habitación y asegurándonos de que todo estuviera impecable para la llegada de Alex. Cada prenda de ropa encontró su lugar en el armario, cada libro fue devuelto a su estante y cada papel fue cuidadosamente organizado en montones ordenados.

Con el desorden finalmente bajo control, me apresuré a darme una ducha rápida y a arreglarme, eligiendo cuidadosamente mi atuendo y asegurándome de

lucir lo mejor posible. Cada minuto que pasaba me llevaba un paso más cerca del momento en que me encontraría cara a cara con Alex, y el nerviosismo en mi interior crecía con cada latido de mi corazón.

Finalmente, lista esperé con el corazón en la garganta, cada segundo que pasaba sintiéndome como una eternidad. El reloj en la pared marcaba el paso del tiempo con implacable precisión, recordándome que el momento de la verdad se acercaba rápidamente.

Y entonces, justo cuando comenzaba a preguntarme si Alex llegaría, escuché un suave golpeteo en la puerta. Con el corazón en la boca, me acerqué lentamente y abrí la puerta, encontrándome con la mirada expectante de Alex, quien había llegado justo a tiempo.

El aire estaba cargado de anticipación mientras nos mirábamos el uno al otro, cada uno buscando respuestas en los ojos del otro. Respiré hondo, sintiendo una oleada de determinación recorrer mi cuerpo. Estaba lista para enfrentarme a Alex, lista para hablar y enfrentar la verdad, sin importar lo que eso significara.

Aquello que Nunca FuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora