¿Qué haces cuándo el amor de tu vida ya no está? ¿Y si tuvieras la oportunidad de volverlo a conocer?
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En este mundo los demonios son temidos, poderosos y malvados, matan personas inocentes cuando tienen ganas y no hay muchas cosas que los puedan...
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Suavemente la nariz del pelirrojo comenzó a olfatear. Aún no despertaba del todo, pero había un olor particular en el aire que nuevamente hacía su sentido del olfato picar y su boca salivar.
De pronto, abrió los ojos al recordar en dónde estaba.
Esa no era la grieta, tampoco su pequeña casa. Sus piernas se sentían con un poco más de fuerza que el día anterior y su cuerpo al fin había dejado de sentirse cansado.
Miró alrededor, el tazón con agua en la mesita ya estaba vacío, tal vez por eso parecía que la fiebre se había esfumado. Debió ser el cazador quien cambió el trapo húmedo en su frente durante la noche. No había otra explicación.
Intentó levantarse con más éxito que antes, ahora se sostenía por sí solo y pudo dar algunos pasos hacia la puerta antes de que está se abriera y el humano castaño apareciera.
—Oh, ya estás despierto. —Arahabaki lo miró sin saber cómo agradecer que le haya dejado dormir ahí, pero tampoco tenía intenciones decirlo en voz alta. Solo le sonrió asintiendo. —¿Tienes hambre? —preguntó con una sonrisa.
Estaba apunto de decirle que no. Ya debía ser muy tarde, tenía que regresar a la grieta lo antes posible, sin embargo, su estómago habló antes que su boca y no pudo hacer nada al escuchar el fuerte rugiendo de hambre proveniente de su cuerpo y en su propia contra como una respuesta a la pregunta del cazador. —Tal vez un poco...
Dazai asintió. —Ven conmigo. —pidió saliendo de la habitación, y como pudo, el pelirrojo lo siguió a la cocina. —Siéntate. —Arahabaki así lo hizo, sentándose en una silla al extremo de la mesa mientras veía como el castaño se aproximaba con algo en sus manos. —No puedo darte carne humana, eso sería enfermo y retorcido, pero en mi patio había algunos conejos comiéndose mis desgraciados cultivos, así que... Espero que ésto te guste.
Un tazón humeante fue puesto frente al demonio de ojos carmín. Arahabaki estaba fascinado e hipnotizado por aquel platillo que provocaba ese aroma tan delicioso llenando sus fosas nasales de un agradable olor.
—No tiene verduras, puedes comer tranq-
Sus palabras quedaron a medio camino al contemplar como el pelirrojo comenzó a comer aquello a una velocidad casi desesperada y hambrienta.
Arahabaki mordía los trozos de carne haciendo uso de sus afilados colmillos para arrancarlos con facilidad, y el líquido espeso que quedó en lo profundo del tazón, lo terminó bebiendo directamente sin importarle que algunas gotitas escurrieran por su barbilla de un modo que jamás había hecho.
En la grieta, Fyodor siempre cuidaba que sus modales al comer fueran delicados y refinados. Debía comer con cubiertos y limpiar sus labios en cada bocado con una servilleta. Jamás había comido de esa forma tan hambrienta y escandalosa.
—¡MÁS! —pidió entregándole el cuenco tan pronto como quedó vacio.
Dazai sonrió orgulloso. —¿Te gustó? —¡Por supuesto que sí! El demonio asintió rápido, esperando por otro tazón. —Aquí tienes.