Catalina Canessa, nieta del superviviente Roberto Canessa, se adentra aún más en el mundo del cine y con ello conoce a muchas personas que la iban a salvar de otra forma.
Matias Recalt×Oc Fem
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~~°~~♡•♡~~°~~ Narrador Omnisciente
-Sé podía decir que el levantarsea tempranas horas no era un don de ninguno de los chicos del cast, ni si quiera para Catalina, que era una chica muy activa.
Cualquiera de la estación de buses que los mirase pensaría que todos son zombies o algo por el estilo.
Ninguno tenía idea del por qué irían en autobús, si en avión apenas era una hora y poco, pero así le dijeron a todos y no podían rechistar.
Juani y Catalina iban sentados juntos y ambos iban abrazados, uno con la cabeza sobre el otro y durmiendo plácidamente.
El silencio en el autobús era sepulcral, todos dormían, nadie hablaba y eso lo agradecían para poder dormir bien.
Sabían que a partir de ahora todo sería muy cansado, pues las grabaciones más duras estaban casi a punto de empezar.
Lo primero que grabarían sería la escena del avión, el alud y más cosas.
Lo harían en tres sets diferentes, dos en Granada y en el que grabarían más tiempo, en Sierra Nevada con todo lleno de nieve.
Los kilos que todos dejaban ya se empezaba a notar en los físicos, estaban más delgados, a algunos se les empezaban a notar las costillas.
La mayoría llevaban el pelo algo largo, pues sería parte de la película y no podrían cortárselo hasta que no grabaran las escenas en el aeropuerto o cuando el avión se estrella.
Lo único por lo que verdaderamente sufrían eran por las comidas, el estar a dieta no era algo que les gustase.
No le dejaban comer nada dulce o comida rápida, todo era a base de verduras y de vez en cuando pasta para equilibrar.
También tenían que ir al gimnasio, eso a casi todos no les importaba pues ya lo hacían en su rutina diaria fuera de la actuación, pero Catalina, era la que más se quejaba en eso.
Si bien era una persona activa, motivadora y energética pero cuando le hablaban de hacer ejercicio, la pereza y el cansancio se apoderaban de su cuerpo.
Lo hacía ya que no tenía otra opción pero siempre que podía, se escaqueaba.
-¿Alguien que despierte a esos dos?-preguntó Rocco mirándo a los dos amigos que dormían.
-Yo no, si no quieren morir no despierten a Cati-mencionó Matías sabiendo como era la chica y el genio que tenía cuando la despertaban.
-Ta', yo no entonces-Enzo bajó del autobús.
-Yo tampoco-Fran hizo lo mismo que el Uruguayo.
-¡Catalina y Juan, despertar!-gritó Bayona acercándose a ellos tras escuchar de lo que hablaban.
-Porque sos vos Bayona, si no te cagaba a palos-dijo la chica mientras se adaptaba a la luz.
Eso los hizo reír a los pocos que quedaban en el transporte, empezaron a bajar y cuando Catalina lo hizo, se arrepintió, echándose para atrás intentando subir de nuevo pero Matías, que estaba justo detrás de ella, no la dejó.
-Prefiero el frío de Madrid-dijo abrazándose a sí misma, podía sentir como sus manos y nariz se ponían frías en un momento por el aire helado del lugar.
Unos brazos la rodearon, dándole un calor instantáneo, el Argentino se reía de su cara, que estaba rojiza como un tomate.
-Debiste abrigarte más nena-le dijo y la morena se miró su ropa.
Llevaba un pantalón y una camiseta térmica, un polillo de pelo y el abrigo, aún así podía sentir el frío.
-Yo voy abrigada-lo miró como pudo-vos no se, apenas llevas esa blusa y la chaqueta-.
-Yo no soy tan friolero Cannesa-.
-Mejor callate Recalt-se giró para abrazar al chico y, como pudieron, fueron en busca de las maletas.
-Parecen dos lapas ustedes-les dijo Pipe cuando los vió.
-Yo me quiero deshacer de esta, pero no me deja-Matías soltó un risa burlona, Catalina lo miró ofendida y dejó de abrazarlo.
No dijo nada y se acercó a su maleta, la agarró y se puso con Fran.
Se encaminaron a donde se hospederían todo ese tiempo, era un hotel, que para la mala suerte de todos, estaba en lo alto de una montaña, por lo que deberían subir muchas escaleras y varias cuestas.
Las primeras escaleras no les costó tanto, empezaron con las cuestas y ahí fue donde el cansancio se apoderaba de la gran mayoría.
Giraron una esquina y vieron todas las escaleras que aún les faltaba, Catalina soltó un bufido y siguió caminando.
A la mitad de ellas, varios hacían paradas por la falta de aire en ellos, se quedaban ahí unos minutos y volvían a subir unas cuantas más para volver a parar.
-No puedo más-Juani se sentó al lado de Catalina, que estaba sentada en uno de los escalones.
