25 el diablo sabe más por viejo que por diablo.

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—Eso es mucho dinero. —Sentencio aquel hombre que jamás se habría preocupado por eso con anterioridad. Vestía de un traje con corbata gris apagado, que hacía juego con sus canas y su barba gris.

Están en la oficina de su empresa. Hay un escritorio que los separa. Él esta sentado y ella parada. No le gustó para nada que Liza haya ido hasta, eso y por experiencia suya nunca es buena señal. Ni tampoco el rostro de ella, se veía cansada, envejecida. Ya no le gustó eso. Y lo peor es que la elección de ropa que había elegido al parecer era vieja, una campera vieja y andrajosa de hombre.

—Es la cuenta del hospital de mi padre, y ademas los gastos de la funeraria. —Dijo Liza. —¿Por que no me das un adelanto de sueldo? —Lo pensó rápidamente en busca de una solución.

—Es más que tu sueldo. —Claramente no escucho o «no le importó» o no le importó el motivo que le había dicho Liza.

Ella se quedo momentáneamente callada. Él sabía que un día pasaría esto, las putas son putas que buscan dinero y no le importa nada más que el dinero. Se había divertido mucho con ella pero él es un hombre casado.

—Puedes pagarme las vacaciones que nunca tome por trabajar en este lugar. —Soltó Liza.

—Cuidado niña, no es bueno lanzar amenazas. —El hombre se defendió. —Te recuerdo que fuiste tú la que decidió no tomar vacaciones. 

—Lo hice para pasar más tiempo contigo...

—No fue tú mas sabia elección. —Dijo él, saco de unos de los cajones su chequera. Escribió lo que al parecer fue una cifra. 

Liza esta desconcertada. Ella buscaba una abrazo, consuelo por parte de su pareja, no algo una persona tan gélida y distante de repente, este no era el cálido hombre que ella conocía. No había venido a buscar pelea, tampoco sabe como la relación escalo en aquella dirección.

—Estas despedida. —Volvió a hablar luego de escribir. Liza flaqueo como que sus piernas se iban a romper. —Esto servirá como indemnización, es más de lo que una limpiadora de casas puede soñar. —El dejo el cheque arriba de la mesa y se levanto para abandonar su oficina.

Liza no tenía mente para ese momento. ¿Había terminado su relación? ¿Así como si nada? Él cruzo por al lado de ella y ni siquiera le respondió la mirada, Liza vio como se alejo y la dejaba sola en el momento que más lo necesitaba...  Se sintió desbordada y cayo al suelo, con lagrimas a punto de salir de sus ojos.

Escucho la puerta abrirse, pensó que sería él pero no, era una mujer joven que se acerco a ella. Vestida de una corta falda gris y una camisa blanca de mangas cortas, bastante joven y rubia. Sus facciones eran asiáticas.

—¿Estas bien? —Preguntó con una amable voz mientras se acerca a Liza.

—Sí, sí. —Respondió Liza, intentando componerse. Tenía mil cosas en su mente.

—El señor me pidió que la invite a retirarse o  del contrario tendré que llamar a seguridad. —Informó de manera  tranquila, sin entender muy bien la situación pero empatizando con aquella mujer, entendía que su jefe podría ser un desgraciado. . .

Liza se levantó y le sonrió a la muchacha por su amabilidad, pero ella vio la pulsera que tenía, es idéntica a una que ella tenía, entonces lo entendió todo.  Inhalo aire y luego lo exhalo, camino hasta el escritorio, tomo su cheque y se retiro sin mirar atrás.





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