Tensión Electoral | Bregman X Villarruel (+18)

La Boda Perfecta. (Final)

¡Hola amores! Espero que amen este final tanto cómo yo amé escribirlo. Hacer esta historia no hizo más que alegrar mi corazón con sus comentarios. Las amo muchísimo y espero que tengan un año genial. Gracias por todo.

Disfruten.

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Myriam y su familia habían llegado. Cuando bajaron del auto, las mujeres se fueron hacia una carpa blanca donde Myriam tendría sus últimos retoques: maquillaje y peinado.

Su amiga, Valeria le hizo un semiatado con trenza. Myriam tenía un pelo hermoso que debía aprovecharse al máximo. Y también tiene un rostro muy bello. Irene, su amiga la maquilló.

Se veía tan hermosa.

Sus amigas sonreían entre ellas.

Myriam sonreía feliz al verse al espejo. Se sentía cómo una princesa.

–Ay que hermosa hija.– Dijo Carmen volviendo a llorar. Myriam se reía un poco y al mismo tiempo se emocionaba.

–Gracias mamá, te amo mucho.– Dijo Myriam sosteniendo su mano.

Sus amigas veían la escena enternecidas.

–Yo mucho más, hija.– Dijo Carmen. A lo que las chicas estallaron en un 'Awwww'

–Totalmente espléndida, amiga– Dijo Jessica, tocando su pecho.

–Gracias por el vestido, Jessica. Es perfecto.– Dijo Myriam, a punto de llorar.–Gracias chicas, por todo.– Agregó, con lágrimas.

Las chicas la abrazaron, y su mamá también.

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Victoria estaba preparándose, en su carpa, con sus amigos. La maquilladora ya había hecho su trabajo y nada más quedaba por hacer.

Victoria se sentía un poco mal. Su madre no estaba y prácticamente, nadie de su familia había venido. No quería que eso arruinara su día, pero no podía evitar sentirse sola.

Javier la vió y se acercó.

–¿Te sentís bien, Vicky?– Preguntó Javier sentándose junto a ella. Victoria lo miró.

–La verdad es que no.– Dijo sincera. –Mamá no está acá y realmente me hace sentir mal su ausencia.– Agregó cabizbaja.

Javier sostuvo su mano.

–Mira Vicky, si hay algo que sé, es que la familia de sangre, no es siempre familia. Fíjate esto, mi padre me golpeaba, y me arrastraba, y yo realmente no siento que sea mi padre. Es un cero a la izquierda. Creo que tu mamá, también debería serlo, ella nunca aceptó tu estilo de vida, y vos mereces respeto y amor. Pensá en la que va a ser tu mujer, Myriam, que es una mujer maravillosa que siempre estuvo a tu lado, escuchándote y apoyándote. Eso es amor, no importa si los otros las aceptan o no. Se tienen la una a la otra y eso es lo más importante. Por eso, necesito que seas fuerte hoy y le jures amor eterno a Myriam, porque se que es tu mayor deseo, amiga. Yo sé que vos podes.– Dijo Javier, sonriendo, dándole palmaditas en el brazo.

Victoria no pudo evitar dejar caer algunas lágrimas. Se sentía tan querida en ese momento.

Sus amigos se acercaron, escuchando todo, y a gritos y vitoreos, salió de la carpa. Más fuerte que nunca.

Ella se dirigió a donde estaba el sacerdote que las casaría y esperó a Myriam.

Cuando vió a Myriam salir, sintió como se estrujaba su corazón, lleno de amor y emoción.

Se veía tan etérea.

La ceremonia había comenzado, Myriam llevaba sus flores y su padre la estaba acompañando hacia el altar.

Victoria la veía con lágrimas de pura felicidad.

Myriam estaba tan emocionada que sentía que su corazón estaba a punto de estallar.

Mario, también lloraba. Y los invitados aplaudían.

El cura podía sentir el amor en el aire.

Una vez en sus posiciones, el cura le dio comienzo a la bienvenida y anuncio de la unión.

–Señoras y señores, estamos aquí reunidos para unir en sagrado matrimonio a Myriam y Victoria.– Vociferó el cura, mirándolas con una sonrisa.

Chicho, su perrito venía con un esmoquin puesto y con una almohada en su boca donde traía las alianzas. Todos murieron de ternura al verlo.

Ambas se pusieron las alianzas mientras sonreían.
Sostenían sus manos mientras se miraban con amor, y lágrimas. Un amor nunca antes visto.

Un amor único. Era suyo, y de nadie más.

El cura sonrío y aclaró su garganta. Ambas rieron.

–Señorita Victoria, ¿Acepta usted a Myriam como su esposa, para tenerla y protegerla, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza, hasta que la muerte las separe?– Preguntó el cura.

Victoria sonrió y entre lágrimas, vociferó:

–Yo, Victoria, te recibo a vos, Myriam, para ser mi esposa, para tenerte y protegerte de hoy en adelante, en las buenas y en las malas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, para amarte y cuidarte hasta que la muerte nos separe.– Respondió Victoria.

Myriam sentía como sus lágrimas caían. No podía creer lo que escuchaba.

–Señorita Myriam, ¿Acepta usted a Victoria como su esposa, para tenerla y protegerla, en las buenas y en las malas, en la pobreza y en la riqueza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte las separe?– Preguntó el cura nuevamente.

Myriam, se sentía tan feliz.

–Yo, Myriam te acepto a vos, Victoria, para ser mi esposa, para tenerte y protegerte de hoy en adelante, en las buenas y en las malas, en la riqueza y en la pobreza, en salud y en enfermedad, para amarte y cuidarte hasta que la muerte nos separe.– Myriam respondió.

El cura las miró enternecido y dijo:

–Pueden besarse.–

Myriam y Victoria se acercaron, y se besaron profundamente, causando que los invitados aplaudan frenéticamente y que Chicho corra hacia ellas, moviendo su colita.

–Te amo, Victoria.– Dijo Myriam, sintiendo como su corazón iba a mil por hora, se sentía como si se fuera a morir en cualquier momento.

Victoria lloraba, y sentía que esto era demasiado para su corazón, aleteaba de amor.

–Yo más, mi rusa hermosa.– Respondió Victoria, volviendo a besarla, con pasión y amor.

[...]

Myriam y Victoria finalizaron la ceremonia en el Hotel Sheraton donde hicieron el amor.

Finalmente, habían encontrado a su otra mitad, su parte del rompecabezas, habían sellado su amor.

–Ah si, por favor Victoria, no pares.– Gimió Myriam al sentir como Victoria le hacía sexo oral desenfrenado.

–Te la voy a chupar hasta que seas la nueva presidente de Argentina.– Dijo Victoria.

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Espero que hayan disfrutado la historia hasta su fin, las amo mucho y les deseo lo mejor en sus vidas.
Con amor - Euni