TERCER SUSURRO: EL JURAMENTO DE LOS CONDENADOS

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Amar era uno de los sentimientos más puros que podía existir. Entregar tu alma hacia la otra persona, en busca de formar un lazo donde el amor se entrelazara con la complicidad y el respeto, creando un refugio donde ambos pudieran ser vulnerables y fuertes al mismo tiempo. Era un pacto sagrado, un lazo que unía no solo corazones, sino también sueños y esperanzas. El amor era también un acto de valentía, donde cada uno se arriesgaba a ser herido, pero a la vez, se brindaba la oportunidad de experimentar una felicidad desbordante. Era un compromiso de crecer juntos, de apoyarse en las tempestades y celebrar los triunfos, por pequeños que fueran. Amar significaba crear recuerdos imborrables, tejiendo un tapiz de momentos que contarían la historia de una vida compartida.

¿Pero quién sabía lo que era el amor?

Al parecer, pocas almas.

—¿Alguna vez has sentido que alguien te observa en la oscuridad? No esos ojos qué ves cuando cierras los tuyos, sino algo... diferente. Algo que no debería estar ahí, pero lo está. Cómo si nos estuviera acechando para luego casarnos.

—Sí, lo he sentido. Pero lo que me aterra no es lo que veo, sino lo que no veo. Es el silencio justo antes del grito, la sombra que se esconde detrás de la luz. Es como si el mismo aire estuviera vivo, esperando... por eso.

—Esperando a que bajes la guardia, a que cierres los ojos por un segundo. Y cuando lo haces, te atrapa. No es un cuento para asustar a los niños, Thaddeus. Los demonios no son una fantasía... Son reales, y están más cerca de lo que crees.

—¿Por eso me elegiste? ¿Porque puedo ver lo que otros no pueden?—su voz sonó baja, como si temiera que alguien más pudiera escuchar esa extraña conversación.

—No solo por eso. Te elegí porque, a pesar de todo lo que has visto, aún tienes miedo. Y el miedo, Thaddeus, es lo que mantiene viva a una persona en este mundo... lo que te mantiene a salvo. Hace que no cometas errores.

Thaddeus no podía apartar la vista de Celine, la chica de cabello blanco que había irrumpido en su vida justo cuando todo se desmoronaba. La imagen de sus padres asesinados junto a su hermana de siete años aún lo atormentaba, y su mente luchaba por entender cómo aquella joven había aparecido de la nada para salvarlo en el momento más oscuro.

Era una cazadora de demonios y sombras, una profesión tan extraña que, antes de conocerla, Thaddeus la habría descartado como un mito, una mera fantasía. Durante años había pensado que los demonios eran meras ilusiones, un producto de mentes perturbadas que veían cosas donde no las había. Pero ahora, sentado frente a Celine, comprendía la aterradora verdad: los demonios eran reales.

Se ocultaban entre los humanos, viviendo en las sombras, aguardando el momento perfecto para devorar las almas de los incautos. Lo que alguna vez había considerado fruto de la locura, ahora se le revelaba con una claridad perturbadora. Todo lo que conocía estaba trastocado, y la realidad se le presentaba más oscura de lo que jamás habría creído posible.

—¿Por qué estás aquí?

—Para salvaste.

—¿Por qué alguien como yo debería ser salvado?

Thaddeus recordaba las historias que sus padres le contaban sobre los demonios. Siempre hablaban de ellos como seres malévolos, encarnaciones del mal, y aunque él escuchaba con atención, nunca les dio mucha importancia. Para él, eran simplemente cuentos que sus padres, fervientes cristianos, usaban para inculcarle el miedo a lo desconocido, para obligarlo a asistir a la iglesia del pueblo, un edificio lúgubre que se erguía a pocas calles de su casa.

—Porque sigues siendo un hijo de Dios. Todos tienen salvación.

Desde que había llegado a ese pueblo, cuando tenía apenas trece años, algo en él le resultaba inquietante. Había vivido toda su infancia con sus abuelos en la ciudad, y mudarse a ese lugar apartado había sido un cambio brusco. Al principio pensó que la sensación de incomodidad se debía a los extraños habitantes del pueblo, gente que parecía ocultar secretos detrás de sus miradas furtivas y sus sonrisas forzadas. Pero ahora, con todo lo que había ocurrido, se daba cuenta de que la oscuridad que lo rodeaba era mucho más que simples rarezas de un lugar apartado.

CAMINOS DE SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora