Desde muy pequeño, Thaddeus fue diferente. Mientras otros niños jugaban despreocupados, él vivía atrapado en un mundo donde la realidad y la fantasía se entrelazaban de manera tan peligrosa que lograba asustarlo más que cualquier otra cosa. Las sombras en su habitación no eran simples juegos de luces; para él, eran entidades vivas y susurrantes, que lo observaban desde rincones oscuros. Lo que para otros era solo imaginación infantil, para Thaddeus se convertía en un tormento constante, una presencia que no podía ignorar ni escapar.
Nadie le creía. Intentó contarle a su madre sobre lo que veía cada noche en su habitación, pero ella desestimaba sus miedos como meros sueños. Su abuela, al escuchar su relato, lo llamó loco. No pudo compartirlo con ningún amigo, porque nunca tuvo alguno; todos se alejaban de él, aterrados por sus extrañas conductas y las historias que contaba. Este aislamiento no hizo más que profundizar su sufrimiento, alimentando su sensación de estar atrapado en una realidad que nadie más podía comprender. A lo largo de los años, Thaddeus desarrolló múltiples patologías, fruto de un miedo y una soledad que parecían no tener fin.
Cuando Thaddeus cumplió quince años, después de años de ser apartado por ver cosas que los demás consideraban sin sentido, sus padres tomaron la difícil decisión de internarlo en un centro psiquiátrico. Los médicos allí lo diagnosticaron con esquizofrenia, una enfermedad mental rara y devastadora. Le recetaron medicamentos que, según decían, calmarían las voces y disiparían las sombras. Pero Thaddeus sabía que lo que veía no era una simple manifestación de su mente; era algo mucho más real y siniestro.
Con el tiempo, los medicamentos demostraron ser ineficaces. Las sombras seguían acechándolo, y las voces no se callaban. Ante la falta de mejoría, sus padres decidieron que lo mejor era dejarlo internado en el centro psiquiátrico de manera permanente. Allí, Thaddeus se sintió más extraño y desorientado que nunca. Estar rodeado de personas con verdaderos trastornos mentales, convivir con sus comportamientos y compartir sus historias, comenzó a afectarlo profundamente.
A medida que los días se convertían en meses, Thaddeus empezó a sentir una creciente ira hacia quienes lo rodeaban. La sensación de incomprensión, la soledad, y el constante roce con las sombras que solo él podía ver, alimentaron pensamientos oscuros en su mente. Desarrolló ideas psicóticas, impulsadas por el odio y la frustración, aunque nunca llegaron a materializarse. Dentro de aquel centro psiquiátrico, Thaddeus se encontraba atrapado entre un mundo que no entendía y una realidad que parecía destinada a destruirlo.
Cuando Thaddeus cumplió diecisiete años, finalmente salió de aquel lugar, pero casi nada había cambiado en él. Si acaso, ahora cargaba con la cruda realidad de saber que, en efecto, padecía una patología mental. Dentro de su mente, un oscuro deseo de causar sufrimiento hacia quienes lo rodeaba se gestaba lentamente, aunque no tenía un plan concreto para hacerlo. Solo era una fantasía, una necesidad latente de desatar su ira sobre alguien.
Con el paso de los meses, Thaddeus no mostró señales de ser diferente. No comentó nada extraño ni actuó de manera que levantara sospechas; al contrario, parecía ser un chico normal, recuperado y listo para retomar su vida. Sin embargo, en la intimidad de su habitación, las cosas eran completamente diferentes. Las sombras seguían allí, más oscuras que nunca, y los pensamientos que lo atormentaban no cesaban. Lo que sucedía en su mente y en su habitación era un secreto que guardaba celosamente, un mundo privado donde la realidad seguía mezclándose peligrosamente con sus fantasías más oscuras.
Era una noche como tantas otras, en la que los truenos resonaban en el cielo, que lloraba desconsoladamente. Aquel chico de mirada serena estaba sentado en su escritorio, escribiendo en su cuaderno con la sangre que manaba de sus brazos. No se consideraba un suicida, o al menos, eso quería creer. Pero cuando el dolor recorría sus brazos, su mente se calmaba; se concentraba tanto en la agonía que experimentaba, que por un breve momento, lograba olvidar todo lo que sucedía a su alrededor. Solo a través del dolor encontraba una extraña paz.
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CAMINOS DE SANGRE
FantasyEn un mundo donde las historias de terror narran la posesión demoníaca, pocos han considerado los horrores que acechan en la noche. Esa noche oscura y silenciosa, capaz de infundir terror en cualquier ser viviente, es el escenario de un misterio pro...