Cada historia contaba una versión diferente a lo sucedido realmente. Los ángeles decían una, los demonios decían otra, ¿Pero realmente quien tenía la razón? Era algo muy complejo, pero no difícil de explicar. Hacía varios milenios, los demonios y los ángeles habían vivido en guerra desde que un ángel se rebeló contra el poder divino. La traición del ángel caído había dividido los cielos, creando una brecha irreparable entre los que seguían fieles y los que habían elegido el camino de la oscuridad.
Aquel ángel era Lucifer.
La primera guerra entre ángeles y demonios fue una colisión de voluntades divinas y profanas, una lucha que estremeció los cimientos del universo mismo. Los cielos, que alguna vez brillaron con una luz pura y serena, se vieron envueltos en tormentas de fuego y humo, como si el firmamento llorara por la devastación que se desplegaba debajo.
Los ángeles, con sus alas doradas y espadas forjadas en la luz misma de la creación, descendieron desde los reinos más altos con una determinación implacable. Sus cantos de batalla resonaban como truenos, envolviendo a sus enemigos con una fuerza abrumadora. Sin embargo, por cada ángel que caía en combate, un demonio surgía de las profundidades del infierno, alimentado por el odio y la ambición, ansioso por reclamar el dominio sobre todo lo que era sagrado.
Los demonios, con sus cuerpos envueltos en sombras y fuego, desplegaron su caos sobre la creación, corrompiendo todo lo que tocaban. Entre ellos, se destacaban los grandes príncipes del abismo, seres tan antiguos como el tiempo mismo, cuyas formas desafiaban la comprensión mortal.
La batalla se extendió durante eras, ningún bando dispuesto a ceder. Los cielos gimieron bajo el peso de la guerra, mientras las tierras abajo se sacudían con cada choque de espadas, cada rugido de las bestias infernales. Las estrellas mismas parecían parpadear, observando en silencio el destino del cosmos.
El poder divino, emanado directamente de la fuente de toda creación, era una fuerza imposible de igualar. Mientras la batalla continuaba, el infierno, ese nuevo reino de tormento y sufrimiento, comenzaba a tomar forma. Lo que antes fue un lugar de belleza y gracia, destinado a los ángeles caídos, se transformó en un dominio oscuro, corrompido por la traición y el ansia de poder.
Los ángeles que una vez habían sido gloriosos, puros y llenos de bondad, fueron arrastrados por su rebelión. Con cada acto de desafío hacia lo divino, sus formas cambiaron, deformándose en abominaciones que reflejaban la oscuridad que había consumido sus corazones. Sus alas, antes resplandecientes, se ennegrecieron, sus rostros se distorsionaron en mascaradas de dolor y furia, y sus cuerpos, que habían sido una imagen de la perfección, se retorcieron en grotescas criaturas de pesadilla.
El infierno se convirtió en su refugio y su prisión. Aquel reino infernal, alimentado por el odio y la desesperación, ofrecía un poder vasto pero corrupto, un reflejo distorsionado del poder divino que alguna vez poseyeron. Aunque en ese lugar podían reinar, lo hacían a un precio: su humanidad y su esencia fueron despojadas, dejándolos como sombras de lo que alguna vez fueron.
Pero no todo terminó ahí. Hubo una segunda guerra; la guerra de la rebelión fue un cataclismo aún mayor que la primera gran batalla entre el cielo y el infierno. Mientras el equilibrio del cosmos parecía haberse restaurado después de la caída de los ángeles rebeldes, una nueva insurrección surgió, más caótica y devastadora que nunca. Esta vez, no solo los cielos se vieron afectados, sino que toda la creación fue arrastrada a la vorágine de destrucción.
El aire se tornó pesado, cargado con la tensión de lo inevitable. El mundo se estremeció como si intentará sacudirse del mal que lo contaminaba. En cada rincón del universo, desde los más altos cielos hasta los confines del infierno, se sintió la ruptura. Las fuerzas del bien y del mal chocaron nuevamente, pero esta vez las líneas estaban más difusas, pues entre los rebeldes no solo había demonios, sino también criaturas de todas las naturalezas, seres olvidados por el tiempo y espíritus ancestrales que deseaban alterar el orden del mundo.
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CAMINOS DE SANGRE
FantasyEn un mundo donde las historias de terror narran la posesión demoníaca, pocos han considerado los horrores que acechan en la noche. Esa noche oscura y silenciosa, capaz de infundir terror en cualquier ser viviente, es el escenario de un misterio pro...