CUARTO SOL: A LA ORILLA DE LA OSCURIDAD

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La biblioteca, que hasta hacía poco había sido su refugio seguro, dejó de serlo en el instante en que los primeros rayos de esperanza comenzaron a filtrarse a través de los grandes ventanales. El viento, cargado de un murmullo inquietante, susurraba entre los árboles, como si anunciara que algo mucho más grande estaba a punto de suceder.

Victoria avanzaba con pasos cuidadosos, consciente de que el silencio era su mejor aliado. No podía permitirse llamar la atención, especialmente si algún demonio andaba cerca, acechando en las sombras de los árboles. El camino que habían elegido estaba empapado en sangre, un testimonio espeluznante de la violencia que había ocurrido allí. De vez en cuando, su mirada se encontraba con los cuerpos sin vida, esos cascarones vacíos que alguna vez tuvieron un almas. El horror de la escena la envolvía, y sentía que un remordimiento profundo la carcomía por dentro, como una serpiente que se retorcía en su estómago. Su mente, atrapada en un bucle torturador, le repetía sin cesar que todo lo que había sucedido era su culpa.

¿Pero cómo podía ella evitarlo?

Todo había sucedido tan rápido que ni siquiera se había dado cuenta de cuándo perdió la caja. La muerte de su padre, el asesinato de su tía, quien había actuado como una madre para ella, y la pérdida de toda su familia la sumían en un profundo abismo de dolor. Aunque su círculo social se había reducido a casi nada, eso no mitigaba la culpa que la envolvía; al contrario, la hacía sentir aún más aislada.

Su familia siempre había sido extraña, llena de secretos oscuros que permanecían ocultos bajo capas de fachada. Sin embargo, al final del día, seguían siendo su familia, quienes le habían legado una herencia maldita que nunca había pedido. Con el corazón pesado, dirigió su mirada al frente, ignorando el nudo de ansiedad que se formaba en su garganta.

El rugido de su estómago la sacó de su ensimismamiento, y por un instante, se sintió débil. No había comido desde que todo había comenzado, pero no se había concentrado en eso hasta ese momento, cuando sus manos involuntariamente se posaron sobre su abdomen, buscando consuelo. Una mueca de desagrado apareció en su rostro, y comprendió que necesitaba alimento. La debilidad la consumía, pero en ese desolado camino, rodeada de árboles que parecían murmurar secretos, no había nada a la vista. Volver atrás solo para alimentarse no era una opción, especialmente cuando el peligro acechaba en cada sombra.

El único que conocía el camino hacia un lugar seguro era Máximo, quien se encontraba a unos pasos delante de ellos. Era un viajero experimentado, un conocedor de muchos países y de ciudades de su propio hogar. Sin embargo, para llegar a cualquiera de esos lugares, tendrían que caminar mucho tiempo, y las fuerzas de Victoria eran limitadas.

A su lado, Celine permanecía silenciosa, su presencia casi etérea. Ella era la única en el grupo que poseía la habilidad de teletransportarse, un poder que podría sacarlos de esa situación desesperante. Sin embargo, debía tener algo de ese lugar o ese alguien para que su magia funcionara. La decisión de moverse o permanecer era cada vez más urgente, y el peso del destino se cernía sobre ellos, como una nube oscura en un cielo despejado.

—Podemos ir a la ciudad más cerca—comenzó Máximo—. Ahí podemos descansar. Además conozco a una persona que podría darnos más información sobre lo que buscamos. Pero llegar hasta allí nos costaría horas de caminata.

—¿Tienes algo de esa persona? —pregunto Celine, acercándose a el—. Si me das algo de esa persona, podría llevarnos hasta ahí.

Máximo se detuvo a reflexionar, su mente agitada en busca de una solución. Fue en ese instante cuando recordó el collar que ella le había dado, un objeto que había guardado en secreto entre sus pertenencias. Ella le había dicho que era un método de protección sagrado, diseñado específicamente para personas impulsivas como él, que a menudo actuaban sin pensar. En su momento, Máximo había considerado esa idea una simple superstición, un cuento que no tenía sentido. Sin embargo, ahora, frente a la inminente amenaza de los demonios, se dio cuenta de lo equivocado que había estado.

CAMINOS DE SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora