Capítulo 6

196 26 3
                                    


 Bajo rápidamente los escalones empapados de agua, las últimas horas de mis clases, se desató un gran diluvio y mi paraguas a duras penas soporta las intensas corrientes de viento. En medio de toda la ventisca y relámpagos logro entrar a mi auto. Ya desde dentro veo como las personas a mi alrededor hacen lo mismo.

No lo sé, pero las tormentas siempre me generan un revoltijo en el estómago, desde que era niña nunca he sido fan de este tipo de clima. Son las siete y el cielo está realmente oscuro. Me dispongo a encender el auto, lo único que se me viene a la mente en este momento es un chocolate caliente, giro las llaves una, dos, tres veces y todas las que son necesarias para darme de frente con que esta lata con ruedas no quiere encender.

Perfecto, esto tiene que ser una broma.

En cuestión de segundos me doy cuenta de que las pocas personas que estaban junto a mí se esfumaron en menos de un instante, no quedaba ya ni un espíritu en el interminable estacionamiento.

Para mi suerte, rápidamente el panorama se pone más opaco por la niebla que baja de forma persistente. Entonces me voy haciendo a la idea que tendré que pedir un taxi, rebusco en mi bolso rápidamente y mi día termina de ponerse aún más interesante cuando el maldito aparado me da a ver que está absolutamente muerto, lo cual era inevitable, al haber grabado las tres largas horas de la clase de la señorita Manson.

La situación era muy clara, o pasaba la noche en esta lata de sardinas y sin comer, porque lo máximo que tenía en mi bolso de mano eran unas mentas o intentaba llegar a casa, de alguna forma...

Al carajo, hoy ha sido un día largo, mínimo quiero dormir dignamente.

Me armo de valor sin pensarlo mucho, tendré que buscar la estación de bus más cercana, que por cierto no sé donde diablos se encuentra. Me quiero golpear la cabeza contra un poste en este momento, ya que viéndome en esta situación de emergencia, no conozco algo tan clave como eso.

Tu instinto de supervivencia nunca ha sido efectivo, claramente.

Salgo del auto y mis zapatos se convierten en una piscina casi en el instante, está lloviendo tanto que hay una pequeña corriente de agua en el pavimento. Esto es horrible.

Me dirijo a la avenida principal a paso firme con la esperanza de dar con alguna estación que tenga un techo decente donde cubrirme y poder esperar. Está helando y estoy empapada hasta los huesos porque el pobre paraguas apenas puede mantenerse firme. Sin embargo, no es mi mayor preocupación en este momento, llevo alrededor de 15 min caminando y el clima no hace más que empeorar, la noche es inminente. Para colmo no ha pasado ni un jodido bus en todo el transcurso.

Después de un rato de recorrido a lo lejos visualizo lo que parece una pequeña parada de bus, aunque eso no es que me genere mucha paz al ver la ausencia de buses, solo me queda esperar. Me siento en el incómodo asiento de metal que se encuentra todo empapado a pesar de estar bajo techo, sacudo levemente el paraguas, en mi mano, quedo desecho gracias al viento. Pasan los minutos, auto tras autos y ningún rastro de algún taxi o autobús.

Era consiente que podía pedirle parar a algún auto particular, pero prefería no correr un riesgo, estaba en una posición vulnerable y ni siquiera tenía con que comunicarme, así que esa no era la opción más atractiva.

Esta era una zona bastante costosa, por lo que se podía apreciar en el tipo de edificaciones, pero parecía ser un área residencial por lo tranquila. A unos escasos metros de donde estaba, un auto no demasiado ostentoso, pero que se veía lo suficientemente costoso para encajar a la perfección con el sitio donde estábamos, se detiene silenciosamente. No es hasta que unas voces que provenían desde el mismo auto atraen mi atención.

Destellos de Voz | Castiel CDMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora