Capítulo 13

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Olivia

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Olivia

Probablemente, la punzada más agresiva que había azotado mi cabeza la estaba sintiendo en este momento, tanto que pensé que estaba sufriendo un traumatismo craneoencefálico. Sentía como mi cráneo estaba amenazando con romperse en dos, sentía hasta como mis ojos palpitaban y todo esto en el limbo entre sí, estar despierta o dormida.

¿Qué mierda...?

Un fuerte olor a lo que creo que es café invadió mi nariz y eso solo consiguió desestabilizarme aún más, el olor me resultaba demasiado invasivo.

Con todas mis fuerzas procuré abrir mis ojos, pero se volvió una odisea, por la cantidad de luz, con demasiados intentos después, logré abrirlos para darme de frente con un gran candelabro que desde mi mareada perspectiva estaba dando vueltas en el techo.

Candelabro y techo que no había visto en toda mi vida.

¿Dónde carajos estaba?

Después de enfocar y sentir mi vista menos temblorosa, sin meditarlo ni un poco decido enfrentarme con lo que sea que había hecho que llegara acá.

Me levanto más torpemente de lo esperado, salgo de la cama donde me encontraba, no reparo en observar mi alrededor, solo necesitaba respuestas. Cruzo la puerta de la habitación y me consigo directamente con la escena más utópica de mi maldita vida, tanto que como una imbécil me rasco los ojos, para confirmar que no es una puta alucinación.

Y no.

No lo era.

No lo era porque mis pies sentían el frío suelo, y mi espalda dolía como siempre solía doler cuando me despertaba todas las mañanas.

Entonces esto era una realidad.

Frente a mí yacía el maldito pelirrojo con el torso descubierto, dueño de todas mis putas pesadillas, haciendo un estúpido café. Sobre mí caen muchos recuerdos en fragmentos aislados de lo poco que recuerdo de anoche.

No puede ser...

Su vista repara en mi presencia, y mi pecho se comprime, Dios mío. Mi respiración se comienza a acelerar y su rostro se tiñe de ¿Preocupación, tal vez...?

— ¿Olivia...? — pregunta inquisitivo, esperando mi siguiente movimiento, para hacer el suyo.

Mi garganta estaba tan áspera que soltar palabra fue complicado, pero cuando lo hago mi voz suena brutalmente rasposa

— ¿N-nosotros...? — sin pestañear me interrumpe.

— No. — Dice tan rápidamente que apenas podía procesar lo que significaba.

— ¿No? — le devuelvo la misma palabra, solo para confirmar que lo que había escuchado era real, no sé ni siquiera si él acaso lo escuchó como un reproche o lo que sea, pero no podía ocultar mi sorpresa.

Destellos de Voz | Castiel CDMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora