Capítulo 4.

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El auditorio principal de la Universidad Estatal de California nunca había estado tan lleno y, al mismo tiempo, tan silencioso. La gente había ocupado todos los asientos disponibles y los últimos en llegar estaban parados en los bordes y al fondo de la sala. El debate había comenzado hacía unos veinte minutos y Clarke parecía tener todo bajo control, estaba tranquila, aunque ese tipo de reuniones políticas no eran su fuerte. Por el momento, Meredith no le había hecho ninguna pregunta capciosa, pero la velada aún era larga y estaba segura de que, tarde o temprano, surgiría algo difícil de responder, pero eso era parte del juego y estaba lista para cualquier cosa.

Lexa, por su parte, no había escuchado una sola palabra del debate en curso. Estaba demasiado ocupada observando cada pequeño movimiento sospechoso. Había establecido un perímetro de seguridad impenetrable, o eso creía. Ella y Anya se encargaban del backstage, estaban posicionadas en lados opuestos del escenario, para tener una imagen global de la situación, mientras Lincoln, Octavia y Bellamy se encargaban del auditorio.

Raven estaba sentada en las primeras filas observando con confianza el debate, su sonrisa se amplió aún más cuando, con otra pregunta más, la Senadora enterró a su oponente. Estuvo a punto de alegrarse, pero su entusiasmo se apagó casi de inmediato... Crownley había dejado de hacer las preguntas sencillas y complacientes para pasar a las más espinosas. Ante las palabras del moderador vio a Clarke alzar una ceja... sabía muy bien lo que pasaría pronto, se tapó los ojos con una mano sacudiendo la cabeza... la catástrofe estaba por comenzar.

— Senadora Griffin, es bien sabido que usted lucha por defender a las minorías, y esto le honra, pero hay quienes sostienen que lo hace sólo por conveniencia y no porque realmente crea en ello. ¿Quiere explicar sus razones para despejar las dudas? — le preguntó la periodista.

Clarke volvió la mirada hacia su oponente, aunque no tenía pruebas de ello, estaba claro que esa pregunta sospechosa había sido provocada por el propio republicano, quien, a duras penas, contenía una sonrisa victoriosa, pero, considerando todo, esperaba algunos tiros zurdos por parte de Collins; falsedad y deshonestidad hecho en persona. Suspiró, tratando de articular su respuesta lo mejor que pudo... el tema era delicado.

— Meredith, tengo que admitirlo, esperaba una pregunta como esta... — comenzó con voz tranquila y segura.

Su mirada, antes de posarse finalmente en la periodista, inexplicablemente justo en ese momento vagó sobre Lexa , lo cual solo Raven podía entender. La Jefa de Seguridad, sin embargo, quedó desconcertada al encontrar los ojos azules de la Senadora sobre los suyos en un momento tan delicado del debate. Griffin continuó con su discurso, devolviendo toda su atención al público y a su interlocutor.

— Me importan las minorías porque me siento exactamente como una de ellas. Una mujer que, de alguna manera, no es aceptada por la sociedad por lo que es, por sus orígenes, por sus creencias, por sus costumbres y por su orientación sexual. Estas son mis razones, Meredith. Un ciudadano americano debe poder tener libre albedrío, debe ser libre de creer en lo que quiere, de poder amar a quien quiere y no ser juzgado por ello. Mis intenciones no las escondo. Quiero que esta gran nación ofrezca las mismas oportunidades a todos en igual medida, sin discriminación ni prejuicios sin sentido. Si alguien considera que este propósito mío es dar agua a mi molino...— hizo una pausa, mirando de reojo a Finn sonriendo a su lado — Es libre de hacerlo, porque, hasta que se demuestre lo contrario, en Estados Unidos todavía hay libertad de pensamiento y de opinión... y es precisamente esta característica es la que nos hace grandes, y es justo que esta gente tenga su visión y su criterio el cual respeto como tal, pero ellos deben mostrarme la misma cortesía... respetarme a mí, a mis principios... a mi ser —concluyó entonces la Senadora.

The Bodyguard (Clexa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora