Capítulo 17

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Lexa se despertó sobresaltada, ligeramente desorientada y sin aliento. Le tomó unos segundos darse cuenta de dónde estaba. Su mirada inmediatamente recorrió el cuerpo de Clarke. Ella todavía dormía, abrazada a su cuerpo con fuerza, casi como si temiera que Lexa pudiera irse en cualquier momento. 

Sonrió ante la vista y sin pensarlo acarició suavemente su cabello, colocando un rebelde mechón detrás de su oreja, para poder mirar, una vez más, ese hermoso rostro que la había abrumado por completo.

Al cabo de unos minutos, su mirada se desvió hacia el reloj: eran más de las once, era muy tarde. Debería haber entrado en servicio hace más de dos horas. Se maldijo a sí misma y reflexionó sobre qué hacer. No había manera de que fuera capaz de salir de la cama sin despertar a Clarke y, para ser honesta, no era su intención hacerlo. La angustia de la noche anterior había desaparecido por completo; su rostro ahora estaba sereno, relajado y hermoso, y Lexa quería disfrutar un poco más de esa maravillosa visión.

La noche que acababa de pasar había sido la más hermosa de su vida, no tenía dudas, aún tenía en sus brazos a la mujer que amaba y esto la hacía feliz, pero pronto tendría que abandonar ese oasis feliz, y Clarke tenía que hacerlo también.

Comenzó a dejar delicados besos en su cabeza. Aunque no quisiera tenía que despertarla, tenían que hablar de lo que había pasado en las últimas veinticuatro horas y el tiempo no estaba de su lado.

—Clarke... despierta —susurró, rozando sus labios contra su mejilla.

La senadora comenzó a moverse, gimiendo sonidos incomprensibles, señal de que estaba despertando.

—Clarke... despierta por favor... tenemos que hablar —intentó Lexa de nuevo.

Esas últimas palabras fueron peores que una ducha helada para Clarke, de hecho, sus ojos se abrieron como platos y se sentó como si hubiera recibido un shock del cuerpo de Lexa.

La agente vio en su mirada azul ese pánico mezclado con angustia que había notado la noche anterior.

—Oye... todo está bien —dijo, acercándose para abrazarla.

La Senadora cerró el abrazo agarrando fuertemente a su jefa de seguridad.

—No vuelvas a huir... —susurró Clarke, tratando de contener el nudo que se le formaba en la garganta.

La idea de que Lexa podría volver a huir se apoderó de ella. Se había dejado llevar por completo, había seguido a su corazón, a ese amor que estaba ansioso por explotar, y ahora se sentía insegura, asustada, ya no se reconocía. Tener que lidiar con las consecuencias de su discurso la estaba aplastando lentamente. Ahora más que nunca necesitaba a Lexa.

—No voy a ir a ningún lado, Clarke... No voy a ir a ningún lado... —la tranquilizó, alejándola lo suficiente para poder mirarla a los ojos —. No me arrepiento de nada, lo que te dije es verdad... Te amo y haré todo lo posible para protegerte.

Esas palabras tranquilizadoras disiparon las incertidumbres de la senadora. Una sonrisa curvó sus labios y Lexa no perdió el tiempo en capturarla con sus labios. El beso fue dulce, lento y nada exigente, pero les dio a ambas la esperanza que necesitaban.

Fue Lexa quien se separó primero para recuperar el aliento.

—Clarke... tenemos que hablar —intentó nuevamente la agente.

—Lo sé... —confirmó con un suspiro.

Se levantaron perezosamente y se turnaron para encerrarse en el baño para ducharse y vestirse. Ninguna de las dos jamás hubiera podido hablar en esas condiciones, el hecho de estar desnudas y abrazadas en la cama o en la ducha habría sido una gran distracción.

The Bodyguard (Clexa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora