—Te ves más contento, estos últimos días ni siquiera comías bien —Le recalcó uno de sus amigos—. Hasta te ves menos cansado y eso que anoche llegaste más tarde de tu castigo...
La cara de todos sus amigos cambió al instante, ahora todos tenían miradas pícaras.
—¡¿Dónde estabas?! —Preguntó casi gritando Rodrigo—Ni siquiera me fije si estabas en la habitación o no, llegué muerto después de recolectar tantas plantas extrañas en el bosque prohibido... ¡Me caí al lodo tres veces!
—Es una pena. Solo... estaba por allí.
El mayor, Franco, entrecerró los ojos.
—Como prefecto de Slytherin te voy a pedir que no se vuelva a repetir, no quiero saber que estás merodeando por el castillo como si nada o me veré en la obligación de restarte puntos —Dijo de forma severa—. ¡Sí, Rodrigo! No me importará que eso significa que le estaré quitando puntos a mi propia casa —Se apresuró a decir antes de escuchar la queja del chico de rulos, el cual ya había abierto la boca con una expresión molesta en su rostro. Al oír la aclaración murmuró una que otra mala palabra y se comió otro pedazo de su pan el cual acompañaba su desayuno.
—Sin embargo —Continuó Ormaechea—, como tu amigo... quiero saber que es lo que te relajó tanto durante tu travesía nocturna.
Iván sonrió ante su cambio brusco de pensamiento.
—No estuve merodeando, me quedé en la biblioteca acomodando estanterías —Dicho eso, jaló el traste de uvas verdes hacia él, se habían convertido en su fruta favorita desde que la probó en su primer año en Hogwarts —. Digamos que hice doble castigo.
—¿Cómo por? El Profesor Samuel solo nos dijo que estaríamos dos horas —Le recalcó Rodrigo, él había sido castigado por ser el padrino (o segundo) de Iván en el duelo ilegal. Claro que él no sabía pelear en duelo mágico como su mejor amigo, lo que sí sabía era que era prácticamente imposible que Guarnizo pudiera matar a Buhajeruk, ni siquiera el Avada Kedavra le hubiera sido útil pues seguramente no podría conjurarlo bien, así que por esa razón aceptó el rol de padrino sin rechistar.
Sin embargo, Iván no pudo contestar, pues el ululuar y el sonido de muchas alas revoloteando los interrumpieron. Miraron hacia arriba para ver a las cientos de aves recorrer el gran comedor e ir dejando paquetes, cartas y vociferadores a muchos estudiantes. Este lunes, Iván recibió un paquete, lo cual lo tomó por sorpresa pues sus padres solo le mandaban paquetes en fechas especiales, normalmente siempre eran cartas mandándole saludos y éxitos en sus clases.
—¿Eh? —Soltó con confusión—Hoy no es mi cumpleaños... ni Halloween... ni Navidad... no esperaba recibir paquetes esta mañana.
—¡¿Son dulces?! Muero por una rana de chocolate ahora mismo —Le dijo en forma dramática su amigo pelirrojo.
—No tengo idea —Levantó los hombros y dejó a un lado el paquete, volviendo a concentrarse en sus uvas junto a su sándwich de queso.
—¡Ábrelo! —Lo regañó Gabriel. —Luego, porque si es comida ustedes se lo robarán todo. —No sé que te hace pensar eso... —Los tres rieron incómodos, recordando la vez que se comieron la canasta que era para él.
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