Aquí me tienes, trabajando desde primera hora de la mañana.
He llegado a las siete, y eso que el día anterior me largué a la una de la noche, solo para poder tener listo uno de mis más queridos proyectos en Cadwell. Es el primero que mi jefe de departamento, ese que nunca se fía de sus trabajadores, me ha encomendado que haga sola. Quiero pensar que es porque muy a su pesar ha visto algo de talento en mí, pero eso no quita que sea un auténtico gilipollas. Sí, es un ogro estúpido, más que eso, un orco de dientes torcidos que se nutre de todo lo que hacen sus subordinados para quedar bien delante los verdaderos jefes que están en los pisos superiores del edificio.
Todos lo sabemos, despidió al último que ocupaba mi puesto y eso que el pobre hombre había dicho que era el mejor proyecto de su vida. Ese hecho me da un poco de mal rollo. Yo también pienso que este será el mejor proyecto de mi vida. ¡Mira qué líneas! ¡Qué formas! Si fuera un tío me lo follaría. Pero claro, mi predecesor también lo daba todo por el suyo.
¡Me follaría a mi proyecto arquitectónico!
Levanto los brazos en señal de euforia y mis compañeras de oficina me miran. Es una sala abierta y digo compañeras, porque la mayoría son mujeres. Diez para ser exactos, con dos hombres que entran en pánico cuando escuchan la palabra menstruar. ¡Hay que adaptarse a los nuevos tiempos, chicos!
—Te veo contenta —me dice mi compañera Claudia.
—¡Estoy que me salgo!
Alguien chista al fondo de la sala, se ve que Jack, el jefe del departamento no está de muy buen humor. Se huele en el ambiente que va a despedir a alguien. Como si no fuera feliz si no echa a la calle a alguien cada tres meses.
Pero a mí no me echará. Ingenua, creo que voy a poder demostrar lo que valgo con este proyecto. Una reforma integral de un edificio en Cadwell que vamos a convertir en spa. Creo que la línea Harper va a estar más que orgullosa de tenerme entre sus filas de arquitectas.
¡Pero qué sabre yo de la vida!
Clark sale de su despacho, si fuera un dibujo animado estaría echando humo por la cocotera. Pero es un hombre, con traje y corbata. Los hombres parecen respetarle y las mujeres, a pesar de que no es un tipo feo, huyen de él como de la peste. Demasiado... siniestro. O puede que sea la caspa.
Pero hoy no parece de tan mal humor...
Error.
Veo que le grita a alguien del departamento, al pobre Tommy, después de dos minutos de berridos todos volvemos a meter las narices en nuestro ordenador, como si de fondo no se escuchara el llanto del pobre chico que tiene que volver a empezar de cero, lo que ha llevado haciendo toda la mañana.
Trago saliva.
Luego voy yo. Pronto averiguaré si tengo o no talento. Aunque sé que lo tengo, al menos mucho más que él. Muchos nos preguntamos qué demonios hace Clark al cargo de esta sección de reformas.
Suspiro. Hay cosas inexplicables en la vida.
Si no fuera por él y sus entradas y salidas de su oficina, donde como un buitre nos observa a través de las paredes de cristal, lo cierto es que el ambiente en la sala de equipo sería muy agradable.
Pasada una hora, todos tenemos muy buen rollo y creo que es porque Clark está de nuevo en su despacho, eso sí, vigilándonos como en busca de carroña, pero lejos, o lo suficiente para no escuchar nuestras bromas, ni escuchar llamarle carroñero.
Desde mi silla y a través de los cristales que separan nuestra sala de su despacho, puedo ver a Clark. No llega a los cuarenta años, viste como un pincel. Cualquiera diría que él es el jefe de la empresa y no el macizorro señor James Harper, hijo.
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La proposición del jefe
RomanceJanna es buena en su trabajo, o eso cree, hasta que la despiden. No muy satisfecha con esto, decide subir a las oficinas de James Harper, el jefe del Holding. Pero para su sorpresa, lejos de llamar a seguridad, James Harper tiene una propuesta que h...