JANNA
—No, no me odias.
Tiene razón. Después del orgasmo que acaba de darme sin tan siquiera quitarme las bragas...
—Oh, ¡cállate!
Él se ríe.
—De acuerdo.
—No, no te lo decía a ti, hablaba conmigo misma.
Eso le divierte todavía más. Para él debo ser como una caja de sorpresas, cada día una ocurrencia nueva.
—Eso es algo que sueles hacer muy a menudo, ¿no?
Más de lo que deberías, seguro.
—No estábamos hablando de eso —Le digo mientras mis manos se apoyan en el sofá e intento incorporarme.
James niega con la cabeza.
—De hecho, hasta hace nada, ni siquiera estábamos hablando.
Sí, solo estábamos jadeando como una idiota.
Lo miro y él no aparta su mirada azul. Acaba de darme uno de los mejores orgasmos de mi vida. El jefe macizorro, ese que siempre pensé estaba demasiado ocupado para bajar de su planta 66 y venir a vernos. Pero después de hoy... es James.
Es escandaloso lo seguro de sí mismo que está. Lo noto en su mirada, en su sonrisa ladeada. Su actitud y seguridad, cómo consigue tener a todos a sus pies, es un misterio para mí.
¿Cómo puede estar tan seguro de sí mismo? Es un misterio para mí, algo que jamás lograré entender, pero supongo que hay hombres y mujeres que nacen con ese don.
—¿Dónde te has ido?
Está aún vestido entre mis piernas.
Lo miro directamente a los ojos y acaricio su nuca con una mano. Él entrecierra los ojos y su respiración se vuelve más profunda.
Quiero decirle que tengo una mente activa y creativa y que estoy divagando, como siempre. Cuando lo que debería hacer en realidad es besar su boca... devorarla.
Lo miro precisamente ahí, en esos labios carnosos que me llaman.
Se los muerde y sé que lo hace porque ve cómo quedo absorta en sus labios.
—No puedes negar que no hayas adorado cada momento vivido hasta ahora.
¿Que si lo he adorado? Joder. Quiero más.
No le dejes marchar hasta verlo desnudo, igual no hay otra posibilidad.
—Pero tampoco voy a suplicar.
—Eso no será para nada necesario.
Apoya ambas manos a los costados de mis caderas y se hiergue sobre mí. Su boca cae contra el lado izquierdo de mi cuello y lo besa con suavidad. Mientras sus caderas se mecen contra mí y el deseo me atraviesa como un disparo.
Me siento algo vulnerable solo vestida con mis bragas de encaje y el vestido rojo arremolinado en mi cintura.
Cierro los ojos. Un orgasmo descomunal y ni siquiera te ha quitado las bragas. ¿Te imaginas el resto? Vamos, no nos dejes sin esto.
—Yo...
No estoy dispuesta a sentirme vulnerable bajo su mirada escrutadora.
Me tapo con uno de los cojines que hay en mi sofá y él sigue devorándome con la mirada, aunque ya no pueda ver toda la carne de mi cuerpo que tenía expuesta.
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La proposición del jefe
RomanceJanna es buena en su trabajo, o eso cree, hasta que la despiden. No muy satisfecha con esto, decide subir a las oficinas de James Harper, el jefe del Holding. Pero para su sorpresa, lejos de llamar a seguridad, James Harper tiene una propuesta que h...