JAMES
Admitamos que soy un cabrón, pero no pienso dejarme ganar en este juego.
Deseo recuperar la casa familiar y si para hacerlo tengo que jugar con los sentimientos de mi madre y mi padrastro, que así sea.
Lo dices muy firmemente ante el espejo, pero eres un buenazo, sientes que no podrás.
Me coloco bien la corbata de mi traje nuevo mientras hablo por el manos libres con William. Mi mejor amigo que está en la otra punta del mundo. Su familia tiene una empresa de transporte y son ricos como Creso. Ahora está en Japón cerrando un trato gordo.
—Cuando Tina me dijo todo lo que estaba pasando en la planta de abajo...
—Ese Clark es de lo peor.
Como mi mejor amigo, William sabe todos mis más íntimos secretos, por eso no puede creerse que vaya a hacer creer a mi madre y a mi padrastro que tengo novia.
—Janna es una chica estupenda. Te caerá bien.
—Seguro que no se ha hecho de rogar.
—Ni falta que le hace. —Y lo digo muy en serio, cualquier hombre con ojos en la cara querría estar con semejante mujer. Lista, guapa... sexy—. Sus proyectos son espectaculares.
Hay un silencio en la otra parte de la línea.
—¿William?
—¡Dios mío! —Dice por fin en un tono de sorpresa que me coge desprevenido— ¿Es admiración lo que escucho en tu voz?
Pongo los ojos en blanco, aunque sé perfectamente que él no me puede ver.
—Sí, es admiración, hacia su trabajo y su proyecto.
—Sí, sí... bla, bla, bla.
¿Bla, bla, bla? ¿Qué significa eso?
—Al grano, ¿está buena?
Tomo aire y echó un último vistazo a mi reflejo. Estoy lo suficientemente presentable, incluso para mi madre.
—Verás, William, no puedo creer que tú, don intelectual me esté preguntando precisamente eso.
—Lo lamento, pero si hay una remota posibilidad de que por fin sientes cabeza, tengo que saborear el momento. —Me dice sin perder el entusiamso—. Y no me has contestado a la pregunta.
—Ni pienso contestarte a eso.
—¡Está buenísima! ¿A que sí?
Silencio.
—Es una gran trabajadora, y una mujer que mi madre aceptaría a la mesa en la comida de Navidad.
—No puedo creer que hayas dicho eso, ni que se haya prestado al juego tal desecho de virtudes.
La verdad es que yo tampoco, pero no le daré carnaza al tiburón. Pero William es listo y con un par de frases y preguntas bien calculadas, algo se me escapa.
—Bueno, Janna, tampoco tiene que saberlo todo acerca de la relación con mi padrastro. —Le confieso—. Está encantada de acompañarme y acepta mi propuesta de fingir ser mi novia. No me importa nada más.
Demasiado silencio.
—Y ahora si me disculpas tengo que colgar, acicalarme como mi madre desea y darle a mi padrastro en todas las narices con sus retrógradas ideas.
Se escucha un carraspeo.
—Sinceramente, amigo, no es Janna Roberts la que me preocupa.
—No sé qué quieres decir.
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La proposición del jefe
RomansaJanna es buena en su trabajo, o eso cree, hasta que la despiden. No muy satisfecha con esto, decide subir a las oficinas de James Harper, el jefe del Holding. Pero para su sorpresa, lejos de llamar a seguridad, James Harper tiene una propuesta que h...