Capítulo 18

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JANNA

No hemos dormido mucho esta noche y, ahora por la mañana... Reconozcamos que mis sentidos están alertas; acabo de darme la ducha más placentera de mi vida.

Si me concentro, aún puedo sentir las manos de James recorrer mi cuerpo, aplastándome contra los azulejos de la pared y penetrándome con una intensidad que no creía capaz debido a las energías que ya hemos gastado durante toda la noche.

Me miro en el espejo del baño y tengo como un brillo especial en la cara y los ojos. ¡Joder hasta nos brilla el pelo!

—¿Todo bien?

Veo que a mi derecha James sale de la ducha, desnudo, con su pelo chorreando.

Se acerca a mí y me abraza por detrás. Voy envuelta en el albornoz y noto cómo me acaricia el cuerpo sobre la ropa de toalla.

—Deberíamos parar e ir a trabajar.

Él me sonríe a través del espejo y me besa la coronilla.

Se pasa una mano por el cabello y se quita el exceso de agua. Está completamente desnudo, como un dios griego.

¿No es el hombre más sexy del mundo? Yo diría que sí, pero claro, no se lo puedo decir a él, sería demasiado alimento para su ego, que ya de por sí sufre obesidad.

Tontea conmigo mientras envuelve sus caderas con una toalla.

—¿Así estás más a salvo?

Me pregunta socarrón. Yo sé que la respuesta es no, e intento ocultar una sonrisa.

—Si sigues remoloneando, llegaremos tarde.

—No remoloneo, eres tú quien me distrae.

Mi mano se queda suspendida en el aire con el cepillo de pelo en la mano.

—No lo estarás diciendo en serio, ¿no?

James suelta una carcajada.

—Es posible.

Pongo los ojos en blanco. Ha sido él quien me ha sacado de la cama para hacerme el amor en la ducha y quien me distrae a propósito con su desnudez y esos abdominales.

—Date prisa o nos perderemos el desayuno.

Me mira con picardía mientras se quita la toalla de nuevo y se frota el cuerpo con ella.

—Como sigas mirándome así no llegaremos a la comida.

Vaya con el señor Harper, no solo parece un dios, quizás lo sea con ese aguante.

—Cállate. —Y no sé si se lo digo a él o a mi voz interior.

Él vuelve a besarme tan tórridamente que solo quiero fundirme de nuevo con él, pero antes de que nuestro beso vaya a más... alguien tiene la osadía de llamar a la puerta.

—No necesitamos nada.

La voz de James es tan malhumorada que estoy contenta de que no vaya contra mí.

—Hay un sobre urgente para usted, señor.

—Déjelo por debajo de la puerta.

Miro la puerta cerrada y me indigna que no podamos continuar con este juego.

Quien sea que llevara el sobre se aleja, puedo escuchar las pisadas sobre la moqueta, frente a la puerta, cuando se da media vuelta para irse, alejándose por el pasillo.

Ya no está, podemos continuar. No, no podemos... Hay que prepararse.

—Pareces decepcionada.

La proposición del jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora