JANNA
Malditos aviones, los odio.
El miedo me hace ser una persona totalmente irracional, cómo si no iba a estar en el amplio asiento del jet privado de mi jefe, con él entre mis piernas.
Bueno, no está exactamente entre mis piernas, sino en el asiento de al lado, pero si tiene una mano en mi rodilla.
Vale, viciosilla, lo que estás pensando es que quizás esa mano suba un poco más.
No sería la primera vez.
Claro que no, podría volver a pasar.
—Janna... —su voz me devuelve a la realidad. Y eso no es precisamente una buena idea, porque la realidad, significa estar de nuevo en un avión.
—Maldita sea. —Pero mi murmullo no es una queja, no es nada, solo una manera de decirme que yo soy una chica buena.
Si no, debería pensar en volver a tener a James entre las piernas.
Miro su mano fijamente y suspiro. Cuando le miro a la cara veo su amplia sonrisa y por alguna razón sé que sabe exactamente en lo que estoy pensando.
—Janna, ¿quieres que te distraiga?
Allá vamos...
Bueno ¿sería eso tan malo?
Asiento. No a la idea de que eso sería malo, sino a la idea de que James me distraiga. ¡Oh Señor! Me encantaría que me distrajera.
—Sí, James... distraeme.
Ahora es mi mano que está en su nuca, y tiro de él para besarle.
Nuestras bocas se juntan y de nuevo hay fuegos artificiales. Más bien hay fuego. Puro fuego.
Le deseo.
Y él me desea a mí. También lo noto cuando se inclina sobre mi cuerpo. El maldito reposabrazos estorba, pero James no tarda en alzarlo y ya nada se interpone entre nosotros cuando nos desabrochamos el cinturón.
Lo acaricio de arriba abajo, me fascina su porte. Que no crea que no he notado que hoy está impresionante. Su impecable traje le queda como un guante. Dios, ese cinturón de cuero, esa camisa blanca inmaculada... me muero de ganas por arrancársela.
Tiro de las solapas de la americana y lo echo sobre mí. Por poco saco el botón de la americana volando. En dos segundos queda olvidada en el suelo.
—Janna —gime contra mi boca y se arrodilla ante mí sin separar sus labios de los míos.
Mis caderas ondulan buscando un punto muy concreto de su anatomía.
¡Oh! Besa tan escandalosamente bien. Su lengua aterciopelada me embota los sentidos. Si quiere besarme, que me bese. No pienso impedírselo. Y si quiere tener sexo en las alturas... ¡Madre mía! Sí a todo.
Entonces esa vocecita de niña buena lo estropea todo.
Le escucho susurrar mi nombre y tomo la decisión... finalmente lo empujo para que se siente esta vez en su sillón, esta vez en el de enfrente.
Nos quedamos mirando largo rato con la respiración entrecortada.
Me mira con puro deseo, con la corbata torcida, las piernas abiertas y esos ojos que ahora parecen de hielo azul, que de algún modo me parece cálido.
—¿Ya hemos terminado? —su voz suena a reproche, o tal vez me equivoque y suene a esperanza.
—No sé. —Intento recuperar el aliento—. No, quizás no hemos terminado.
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La proposición del jefe
RomanceJanna es buena en su trabajo, o eso cree, hasta que la despiden. No muy satisfecha con esto, decide subir a las oficinas de James Harper, el jefe del Holding. Pero para su sorpresa, lejos de llamar a seguridad, James Harper tiene una propuesta que h...