Capítulo 11

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Jeff nos está esperando fuera.

—¿Ha salido bien? —me pregunta Janna con un leve temblor en la voz.

Es entonces cuando me paro frente a ella y me doy cuenta de lo mal que lo ha pasado. ¿De verdad ha sido un calvario para ella?

—¿Estás bien?

—Tenía miedo de meter la pata.

Me río.

—Mamá y sus preguntas.

—Por un momento he olvidado mi color favorito. —Ambos nos reímos cuando Jeff nos abre la puerta del coche—. Me pareció estar en un examen, pero realmente he disfrutado de su compañía, se ve que es una gran mujer y que te quiere mucho.

Yo asiento cuando la puerta se cierra una vez he entrado en el vehículo.

—Sí, nos queremos mucho. Y aunque seguramente te ha dado la impresión de que George no se fía de nadie. También debo decirte que es un buen tipo.

Pero un buen tipo que tiene lo que yo quiero, y eso es lo que no me gusta.

—¿Entonces lo he hecho bien?

Me mira mordiéndose el labio y no puedo evitar notar otra vez lo sexy que es.

Veo cómo se coloca un mechón detrás de la oreja y me mira como si esperara mi aprobación.

—Si tuviera que ponerte una nota, sería un excelente. No puedes ser más perfecta.

Mis palabras hacen mella en ella. Parpadea mirándome de otra manera distinta, mucho menos profesional y más carnal.

—Muchas gracias.

Nos quedamos en silencio viendo cómo la tensión sexual aumenta entre nosotros. Es innegable nuestra química, y en eso no podemos engañar a nadie, ni siquiera a Jeff que discretamente ha subido la mampara que separa los asientos delanteros y traseros.

Bendito Jeff.

Ella suspira y yo carraspeo, para no seguir pensando en Janna desnuda.

—Creo que ha salido bien, ¿no? —Carraspea, y soy consciente de que está nerviosa porque esa pregunta ya me la ha hecho.

La miro de reojo nuevamente, pero lo mejor es decirle las cosas de frente.

—Verás, Janna, no creo que George me venda los terrenos, así como así. —Ella me mira sorprendida, pero me deja continuar—. Quiere que deje de trabajar tanto para formar una familia.

Sus perfectos labios rojos forman una O perfecta.

—¿Sorprendida?

—Es como el pez que se muerde la cola, ¿quiere que no tengas el proyecto para que así no trabajes tanto y formes una familia?

Me río.

—No, está muy bien así. Lo que quiere es que me case.

—Sí —me dice asintiendo—. He podido notar su entusiasmo al conocer a tu falsa novia.

—Eres parte de mi plan —le suelto a bocajarro.

—¿Cómo dices?

Respiro hondo.

Allá voy.

—Quiero que... nos casemos

Parpadea, seguro que no sabe si lo ha escuchado muy bien o no.

—que... sea tu falsa novia.

—No. Eres mi prometida.

Asiente, pero sigue sin ser muy consciente de todo lo que implica. ¡Dios mío! Conociendo a mi madre, es probable que lleguemos a una boda de verdad.

—¿Janna?

Parpadea de nuevo.

Finalmente menea la cabeza en señal de negación.

—No querrás decir que tenemos que fingir una boca ¿verdad?

—Bueno... llegados a un punto...

—No podemos. —Se lleva una mano al corazón y me mira como si me hubieran salido dos cabezas—. Una cosa es fingir ser tu novia por unos días o semanas... y otra tu prometida falsa que va a llevar un vestido de novia caminar hacia el altar. El compromiso puede llevar a... que me dé un ictus. Si apenas he podido mirar a tu madre a la cara en toda la noche.

—Pero ¿qué dices? ¡Si te adora!

—Ese no es el tema.

Por primera vez parece algo enfurruñada. Quizás soy yo el que no tiene muy claro todo lo que implicaría organizar una falsa boda.

De pronto me mira muy seria.

—¿Y qué harás si no acepto a ser tu prometida?

Es entonces cuando mi famosa sonrisa lobuna se agranda.

—Te despediré.

Sus ojos se agrandan todavía más y mis manos se acercan a la puerta que ella tiene tras su espalda. La encierro entre mis brazos.

—No te parece una respuesta lo suficientemente esperada.

Boquea como un pez.

—James Harper...

¡Madre mía! Solo la abuela usaba ese tono severo conmigo.

—¿Vas a despedirme si no me caso contigo?

La limusina ha avanzado por las calles de la ciudad y antes de que pueda decir o hacer nada, siento cómo el coche se para. Hemos llegado a casa de Janna.

—James...

—¿Sí, Janna?

—Eres un capullo.

—Pero...

Antes de poder saber qué está ocurriendo, Janna abre la puerta del coche, sin esperar siguiera que Jeff salga fuera del coche.

El efecto del portazo es como un balde de agua fría para mí.

—¡Janna! —Pero ella no me escucha, va como una bala hacia su apartamento— Perfecto, la primera mujer que me deja plantado.

Me río a carcajadas.

Estoy seguro de que espera que mañana sea un día mejor o menos raro.

Pero... la noche no ha hecho más que empezar.

La proposición del jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora