Capítulo 7

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Con un sueño cumplido como el de tener un supertrabajo en la empresa Harper y ese sueldazo, algo malo tiene que pasarme, quizás me caiga por el hueco del ascensor o algo así. Pero él no parece darle mucha importancia a mi preocupación.

—¿El qué?

—Lo que vas a pedirme. El problema con el proyecto. ¿Hay cadáveres en el solar? ¿Tengo que esconderlos en un pozo ciego?

James se ríe y el ambiente se relaja.

—No, no es eso, nada tan grave —carraspea—. Pero...

Ahí está.

Algo está pasando, lo veo en su cara. Claramente ha perdido valor, así que retrocede un paso, dos...

¿Qué hace?, ¿huye?

Veo cómo se acerca a la mesa de Tina y alarga la mano para apretar un botón del teléfono.

—Tina.

Tiene puesto el altavoz. No parece haber respuesta al otro lado de la línea, pero oigo su respiración.

—¿Ya se lo has dicho?

Me pongo tensa, pero él me mira con su arrebatadora sonrisa y menea la cabeza. ¡Le está quitando importancia al tema!

—¿Lo que te he dicho que le dijeras? No, no. Lo haremos en la reunión.

—No me parece una buena idea.

—A mí empieza a no parecerme buena idea tenerte como secretaria.

—No soy secretaria y si lo fuera... Eso es una mentira como un templo, pero lo pasaré por alto. Sé que no quieres bajarme la autoestima.

—Como si eso fuera posible, pelirroja.

Me quedo con la boca abierta por su total confianza.

—Antes de hablar de Cadwell, hablaremos con Clark. Dile a ese cretino que venga inmediatamente a tu despacho.

—¿Quieres reunirte en el tuyo? Yo estaba leyendo una primera edición de...

—¡Cállate ya y tráemelo a tu despacho!

—A la orden jefe.

El tono autoritario no engaña a nadie. Esos dos se adoran.

Después de apretar un botón, James Harper se sienta sobre una de las esquinas de la mesa y se me queda mirando con su traje de cinco mil dólares, parece querer hablarme de algo, pero una vez más se arrepiente.

Se hace un silencio, pero no es demasiado incómodo, porque apenas soy consciente de ello. Estoy demasiado ocupada observando sus anchos hombros, su cintura estrecha y cómo la tela de sus pantalones se tensa sobre sus muslos y deja entrever claramente que está bien dotado...

Genial, Janna, sigue mirando el paquete al jefe, a ver cómo termina el día.

Pero imaginarte el jefe desnudo al menos ha hecho que te olvides de Clark por unos minutos. Al recordar que está a punto de entrar por esa puerta, se te muda la expresión.

Se escuchan unos golpes sobre la puerta de vidrio.

Es Tina, la abre un poquito y le sonríe a James.

—El imbécil ya está aquí —le susurra bajito.

Al parecer, Tina está encantada con la tarea encomendada de traer a Clark.

Te muerdes el labio inferior, de pronto preocupada ante la inminente llegada de tu antiguo jefe de área.

La proposición del jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora