—¿Por qué volviste? —pregunta, cruzándose de brazos en el sofá individual—. Nunca te importé, así que no sé qué haces aquí.
—No digas eso, hermanito.
—No me digas hermanito.
Ella resopla y después de dar un pequeño recorrido por la sala de Star, viendo sus cuadros y pequeñas decoraciones, se sienta en el sofá más grande y recarga sus brazos en el respaldo, montando su pierna en la otra.
—No seas tan duro —hace un mohín—; volví porque quería que hagamos las paces.
—¿Hacer las paces? —dio una risa nasal—, me parece que es un poco tarde para eso.
—Nunca es tarde para arrepentirse.
—¿De verdad estás arrepentida? —preguntó con incredulidad—. No parecías arrepentida en las revistas, en los programas de TV o en tus conciertos. Perdóname, pero me cuesta creerte.
Ella suspira.
—Está bien, sé que cometí algunos errores.
—Algunos varios —agrega.
—Okey, varios errores —recalca—. Quería disculparme, por eso estoy aquí.
El rubio no dice nada, aún duda en creerle.
—¿Y por qué no se te ocurrió venir antes?
—Entiéndeme, ser Idol ocupa casi todo mi tiempo.
—¿"Casi"? —arquea una ceja—, eso quiere decir que tuviste al menos algunos minutos para hablarme, al menos para responder mis mensajes —la mira con el ceño fruncido.
—Sí, lo siento —se encoge de hombros.
Aether suspira, irritado.
—Hablemos de esto por la mañana, ahora estoy cansado —se levantó—. Te enseñaré dónde te quedarás a dormir por ahora.
Lumine no dijo nada y sin opción, lo siguió. Ya se había hecho demasiado tarde y los dos necesitaban reponer sus energías.
Aether la llevó a un cuarto extra para huéspedes que nunca usa y después volvió al suyo, dónde encontró al azabache dándole la espalda, abrazándose a sí mismo en la cama.
El rubio se acercó rápidamente a él.
—Xiao —le tocó el hombro—, ¿Estás bien? —el híbrido pegó un pequeño sobresalto cuando el tacto de su suave mano tocó su gélida piel.
El pelinegro se giró a él y se sentó en la cama.
—Te tardaste —el rubio se sentó a su lado y lo acercó a él, refugiando su cabeza en su pecho, abrazándolo.
—Lo siento —acarició su rostro suavemente, por debajo de su mentón—, me quedé hablando de algunas cosas con Lumine —el pelinegro recargó su cabeza en el calor de su pecho y lo rodeó delicadamente con sus brazos, cerrando sus ojos para concentrarse mejor en sus caricias.
Aether plantó un beso en su cabeza. El rubio acaba de darse cuenta de que después de lo que le pasó, la soledad es la peor compañía para alguien como él, para alguien que se siente completamente vacío por dentro.
Aether bajó la mirada a él.
—¿Vamos a dormir? —le sonrió tenue, esa sonrisa que el híbrido comenzó a añorar tanto.
Xiao asiente y se aleja del abrazo para acostarse, seguido por el científico.
Como normalmente, el azabache lo abrazó y recostó su cabeza en su pecho, sintiendo calor al ser tapado por el rubio con esas cálidas frazadas.