25. ¿Bailamos?

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"Me quiere." Violeta se había quedado congelada, con la mirada clavada en los ojos de Chiara y la mano derecha en su mejilla. Al oír aquellas palabras, sintió que el corazón le dejaba de latir por un momento para volver a hacerlo enseguida con mayor intensidad. Era consciente de que se habían dicho que se querían muchas veces antes. Pero también tenía muy claro que la forma en que se lo acaba de decir y lo que significaba en ese momento nada tenía que ver con un te quiero de amistad. Estaba flotando, notando en el estómago lo que se siente cuando has llegado a lo alto de una montaña rusa y sabes que por fin estás a punto de caer en picado. Y quería caer en picado. Nada le parecía más emocionante que tomarle la mano a aquella mujer y dejarse llevar a donde fuera que tuvieran que ir.

– Yo también te quiero, Chiara. – Le dijo sin saber si había pasado un segundo o un minuto desde que la morena había pronunciado aquellas dos palabras. "Joder, claro que te quiero. Soy incapaz de imaginarme la vida sin ti." ­Chiara sonrió y dejó escapar un suspiro casi imperceptible. Podía ver en su cara el alivio y la felicidad de ser correspondida. "Es que es imposible no enamorarse de ti." – Te quiero.

Chiara se acercó a ella y le cogió la cara suavemente con las dos manos. Violeta notó que con los pulgares le secaba alguna lágrima que caía por sus mejillas. Estaba emocionada y feliz. Sonrió y la abrazó con fuerza, quería sentirla cerca y llenarse los pulmones con su olor. Estaban sentadas frente a frente y Chiara puso las piernas sobre las suyas, para poder abrazarse bien. Violeta nunca se había sentido así con nadie ni por nadie, todo lo que despertaba Chiara en ella era nuevo y le encantaba. Estuvieron un rato abrazándose y dejando reposar lo que se acababan de decir, disfrutando de estar solas y de la música que las acompañaba en ese momento. Acabó la canción que estaba sonando y empezó una de Taylor Swift. No caía ahora en cuál era el título, sólo sabía que le encantaba y que su morena la había tocado al piano alguna vez.

– ¿Bailamos? – Le preguntó a Chiara con algo de vergüenza, sin dejar de abrazarla. "Hemos bailado muchas veces, pero nunca a solas, nunca una canción lenta."

– Me encantaría. – Respondió pasados unos segundos. Chiara la soltó lentamente y se levantó, tendiéndole la mano para que hiciera lo mismo. Ya de pie, Violeta le pasó los brazos por el cuello y la morena la abrazó por la cintura. Empezaron a moverse al ritmo de la música, pausadamente. Se miraban sonriendo, algo tímidas. Notaba que Chiara estaba nerviosa y le acarició la cabeza, tratando de transmitirle toda la tranquilidad de la que era capaz con su sonrisa. – ¿Te he dicho alguna vez que no hay nada más bonito que los hoyuelos que te salen al sonreír? – Le susurró pasándole la mano por la mejilla, sin dejar de bailar. – Seguro que te lo ha dicho mucha gente, pero es que me encantan.

– No me lo habías dicho nunca, aunque había intuido que un poco te gustaban. – Le dijo Violeta sonriendo más todavía, sintiendo que se derretía por cómo la miraba aquella chica. – Y da exactamente igual lo que me hayan podido decir antes. Ahora sólo me interesa lo que me digas tú. Y si no te importa, voy a besarte ya porque no puedo más. – Sin esperar respuesta, acercó sus labios a los de ella y empezó a besarla, mientras sus manos se perdían en aquella melena oscura. Chiara la tenía agarrada por la cintura y, en cuanto la pelirroja le pasó la lengua por los labios, bajó las manos algo más, apretándola un poco contra su cuerpo. Siguieron besándose, cada vez con más intensidad. Violeta notó como, en apenas unos pocos segundos, habían empezado a excitarse las dos. Ya no bailaban, sólo se besaban, se acariciaban, se tocaban, intentando juntar más sus cuerpos. Podía sentir cómo se acelaraba la respiración de la morena al mismo ritmo que sus propias pulsaciones.

– Ven conmigo. – Le susurró Chiara, separándose de sus labios. Le dio la mano y la llevó cuatro pasos más allá, justo a la cabina de ducha en la que tantas veces se había corrido pensando en ella. – Sólo quiero poner aún más paredes de por medio para que estemos tranquilas. – Le dijo mientras cerraba la puerta de la ducha. Luego la cogió por los brazos y la empujó suavemente hasta que la espalda de Violeta topó con la pared. Chiara la besó brevemente, como si fuera incapaz de estar más tiempo sin hacerlo, y se separó de nuevo. Sin dejar de mirarla, se quitó la camiseta y la dejó caer al suelo. Violeta se quedó absorta mirando aquellos pechos perfectos, algo iluminados por la luz tenue que llegaba hasta el interior de la cabina. Pasados unos segundos, empezó a reseguir el contorno con el dorso del dedo índice, fijándose en cada pequeño lunar que veía, en la forma de los pezones y en cómo subía y bajaba el pecho de Chiara al ritmo de su respiración acelerada. Sintió que se acercaba de nuevo a ella, mirándole los labios.

SE APAGA LA LUZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora