Con cierta calidez en el pecho, Samuel siguió con su trabajo por un buen rato, hasta que comenzó a darle hambre y recordó algo, está vez no traía almuerzo. Se levantó, se estiró, y se acercó al sofá, en dónde le pareció que el otro dormitaba, así que tocó suavemente su mejilla.
—David... David... —Llamó, cantarín—. ¿Salimos a almorzar?
—Hay... Me muerooo Samueeeeel —tomó la mano del ya antes mencionado para frotarla sobre su mejilla, tenía demasiada hambre, puesto que él no había comido casi nada desde que se levantaron—. Llevame cargando que no puedo moverme... Dile a mi esposo que lo amo.
Riéndose del afán dramático del castaño, Sam lo jalo suavemente del brazo para que se levantará.
—Entiendo, entiendo, vamos, aquí enfrente hay una cafetería... Epa epa, ¿Cómo qué esposo? No me dijiste que eras casado, ¿Soy el cuerno? Terrible —riéndose bastante, Sam consiguió hacer que el otro se recargara de él para salir de la oficina.
Fargan se río por lo dicho, continuando con su drama de estar moribundo, haciéndole una cara de burla cuando pasaron a lado del albino, abrazando más al pelinegro.
—Tú eres mi futuro esposo... Por eso digo que me lleves contigo a comer juntos.
Vegetta no entendió porque se puso tan mimoso de un momento a otro, pero sonrió, aceptando su actitud por la confianza que tenía con sus colegas de trabajo.
—Que bobo eres, si, vamos a comer, tranquilo, chiqui —en lugar de conducirlo por la entrada principal por dónde entraron, lo llevó por un par de escaleras de emergencia hasta salir a la calle de atrás, pues quería evitar a Alex, que bien podía inventarse una regla de almorzar en la oficina o algo así, tomando en cuenta lo raro que había actuado antes.
—Gracias eres mi héroe, mi salvador mi todo, muchas gracias Sam —esas palabras las decía de todo corazón, aunque pareciera broma no lo eran para él—. ¿Qué vamos a comer Sammy?
Samuel soltaba risitas por todo lo que le decía, respondiendo en voz baja y en francés con tranquilidad en mostrar su cercanía debido a que la pequeña calle detrás del edificio estaba desierta, así hasta que llegaron a la puerta de una pequeña cafetería, distinta a la de su primera cita, pues ésta tenía madera por todas partes y parecía haber sido una parte de una casa elegante en otro momento, era un lugar que conocía bien pero aún así antes de entrar tomó su distancia con el contrario.
—Lo que gustes, chaton, ¿Qué se te antoja?— Le pasó el menú en cuanto se sentaron.
Al entrar a aquel restaurante el castaño se hizo un poco pequeño, le sorprendió aquel lugar.
—Eh... ¿Qué me recomiendas gatito?
—Pues... No lo sé je —Sam revisó el menú un par de veces, a pesar de él ya saber qué pedir—. Cualquier cosa con huevos aquí es muy buena, yo siempre pido lo mismo, aunque se enfade Guille, huevos benedictinos, un café con leche desnatada y una galleta.
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Camina conmigo en el velo...
Fiksi PenggemarEn las vibrantes calles de un Karmaland ambientado en los años setenta, Sam, un arquitecto atormentado por la capacidad de ver fantasmas, se cruza con David, un hombre que ha caído en la ruina debido a los persistentes espectros que lo acosan. A pes...