En las vibrantes calles de un Karmaland ambientado en los años setenta, Sam, un arquitecto atormentado por la capacidad de ver fantasmas, se cruza con David, un hombre que ha caído en la ruina debido a los persistentes espectros que lo acosan. A pes...
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No era raro que el médium tuviera insomnio pero está vez había una razón muy particular para ello, aún sentía que había algo raro, algo de antes de desmayarse que era importante recordar, pero que se le escapaba. Se quedó dándole vueltas a esta incógnita hasta que en ese estado de duermevela que los insomnes conocen bien, casi como en un sueño, recordó las figuras sombrías que lo rodearon.
No... A el no, a su novio.
Eran espíritus, claramente, pero no eran del hospital, estaban tan cerca...
Sam se removió y con cuidado escapó de los brazos de su pareja, y se quedó mirándolo durante un rato. La reciente actividad en casa... Esas sombras... Había algo muy extraño en todo lo que le sucedía últimamente, a lo que Sam ya no podía tolerar más incertidumbre. Llegó a una resolución mientras observaba la respiración acompasada de su pareja, por lo que se despidió silenciosamente de él y se levantó sin hacer ruido, para salir a la terraza techada, despacio, metódico, como quien comete un crimen.
Una vez entre las plantas y flores, se sentó en el suelo, y respiró profundo, haciéndose a la idea de lo que iba a hacer, de los limites que iba esa noche a cruzar, se sentía en su juventud de nuevo, a punto de cometer una locura solo por comprobarse de nuevo como un loco. Así que cerró los ojos, temblando, y rogando en su fuero interno que esta fuera la última vez que tuviera que hacer algo así, Samuel abrazó ese lado suyo que tanto miedo le daba, y se dejó arrastrar por esas manos heladas que surgían de la oscuridad, hacia el otro lado.
Cuando abrió los ojos, su casa seguía siendo su casa... Pero distinta, más oscura, más fría, se levantó con dificultad, abrazándose a sí mismo por los escalofríos recurrentes, y caminó tembloroso de vuelta a la habitación, en dónde la cama ahora estaba vacía.
Claro... Los muertos no se ven a primera vista desde la tierra viva, así que los vivos no se ven desde el otro lado...
Suspiró y avanzó, buscando al o los entes, con los que sabía que compartía la casa, hasta que llegó a la cocina, escuchaba ruidos de que alguien estaba cocinando, una eventualidad con la que no contaba, ¿Acaso no había cruzado? Al acercarse y casi llamar al que creía que era su pareja, lo notó, era diferente... La estatura, el cabello largo amarrado en una coleta, pero lo que era lo mismo era la melodía, una que solía escuchar cuando David se la dedicaba antes de dormir o para tranquilizarlo.
Sam retrocedió unos pasos, sin saber muy bien cómo interactuar con la mujer desconocida, curiosamente, una vez del otro el miedo era más manejable, así que carraspeó para llamar la atención de ella, y trató de verse tranquilo para cuando le habló—. Eh... Disculpa... ¿Quién es usted?
La mujer al escuchar esa voz se sorprendió, dejó lo que estaba haciendo para voltear lentamente y ver al pelinegro, entendiendo quien era en un instante. Su mirada era blanda pero cambió lentamente a una enfadada con su reconocimiento.
—Primero que nada... Se saluda a un desconocido y después se pregunta
Sam, que no tenía el mejor de los humores después del horrible día que tuvo, entrecerró los ojos y chasqueó la lengua ante el regaño—. Lo haría, si la desconocida en cuestión no estuviera en mi casa.