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A finales de octubre las chicas tuvieron un montón de razones para festejar; el lanzamiento de 1989, el papel protagónico que Alisha obtuvo en una serie llamada «fleabang», la nueva gira de Taylor, y el impacto que estaba teniendo la promoción de la película La, La, Land.

Para celebrar el lanzamiento del álbum 1989, Alisha organizó una fiesta sorpresa junto a los amigos y familiares más cercanos de su novia. Había colocado un montón de decoración azul y blanca por toda la casa.

Fue la oportunidad perfecta para que la joven conociera a los padres de Taylor. Se reunieron a solas un tranquilo domingo antes de que el caos reinara en la casa que ambas compartían en Los Ángeles para conversar.

Andrea estaba en el cielo cuando vio el lugar tan hogareño que habían construido. Mientras la joven terminaba de hornear unas galletas, el señor Swift estaba preparando unas bebidas.

—¿Van a quedarse a vivir aquí? —preguntó Scott, el padre de Taylor.

Kellen suspiró mientras pensaba. Aún no hablaban sobre eso. —No lo sé, supongo que en un tiempo regresaremos a New York.

—¡Pero es tan lindo aquí! El departamento es más frío. En cambio esta casa es perfecta para los niños —respondió Andrea.

Alisha soltó una suave risa. Taylor le había advertido que su madre siempre hablaba de sus «futuros nietos», y tuvo razón. En el tiempo que tenían hablando ya había hecho mención de niños unas tres veces. Scott se limitaba a sacudir la cabeza, pero siempre sonreía.

—Si, la casa es genial, pero no creo que podamos quedarnos en Los Ángeles para siempre. Además, no me gustaría criar a nuestros hijos aquí.

Andrea levantó ambas cejas mientras Kellen terminaba de decorar los cupcakes. Estaba haciendo uso de todo su talento para escribir «1989» en cada uno de ellos de la mejor manera posible.

—¿Por qué no? —preguntó el hombre mayor. Ya había llenado tres bandejas con tragos que había decido llamar «aoty».

—Pues es una ciudad... alocada —respondió con simpleza. Pensó en el fin de semana que viajaran a Londres, en como la cabaña estaba alejada de la ciudad y de las multitudes. Era increíblemente perfecto y seguro, y ella deseaba algo así.

—Quieres algo más privado, ¿verdad? —preguntó su suegra como si pudiera leerle la mente.

Alisha sonrió cuando terminó de decorar. Luego se sentó, totalmente agotada, a descansar un rato. En menos de una hora tendrían casa llena.

—Si. Por ahora me gusta vivir aquí, ¿pero qué pasará con la escuela de los niños? ¿O cómo es que haremos algo tan simple como ir de compras? Esta ciudad es un caos para iniciar una familia.

—Sigues hablando en plural —le sonrió complacida. Alisha arrugó el ceño confundida, por lo que la rubia prosiguió: —Ya sabes, no dices «el niño», sino «los niños». ¿Cuántos planean tener?

Kellen se sonrojó y de inmediato buscó algo que hacer para distraerse. Sus manos comenzaron a temblar mientras revisaba rápidamente su teléfono.

—Bueno, no lo sé, no hemos hablado de eso y no quiero comprometer a Taylor a...

—Créeme, ella es una gran fanática de los niños —la interrumpió divertida—, si la dejas querrá tener diez.

—O trece —se burló Scott.

—Bueno, yo estaba pensando en dos o tres.

—Es un buen número, cariño. ¿Sabes algo? —preguntó con seriedad. Alisha dejó de darle vueltas a su galería para mirarla con atención—, cuando las cosas se compliquen, puedes llamarnos.

Delicate || T. SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora