Delicate || T. S

15

Taylor.

Caminé con lentitud por el pasillo mientras la escuchaba tararear en la cocina. Pasé mis manos por uno de los cuadros que colgaban de la pared; se trataba de una fotografía donde aparecía Alisha, Sasha y Willow.

Había un par de cuadros más, pero nada importante. Es como si hubiese borrado su pasado.

Sin pensarlo, tomo mi celular y busco el contacto de Austin. Justo cuando el responde, cierro la puerta del baño y me recargo en ella.

—Hola, Tay..

—¿Cómo invitas a salir a alguien? —pregunto sin dejarlo terminar. Espero unos segundos a que asimile mi pregunta, pero al parecer no lo hace porque suelta:

—¿Qué?

—Si, ¿Cómo se pide una cita? —repito.

—¿Quieres invitar a alguien a salir? —repite más alto de lo normal. Seguro está en casa de mi madre y por supuesto no descansará hasta que todo el mundo se entere para que le he llamado.

—¿Vas a ayudarme o no?

—¿De quién se trata?

—Dios mío, Austin, ¿me pusiste en altavoz?

Comienzo a dar pequeños pasos por la habitación. No sé porque, pero siento como los nervios se apoderan de mí y la risa de mi hermano no ayuda.

—Hola, querida.

—Hola, mamá —susurro avergonzada. Genial, ahora toda mi familia sabrá que soy una perdedora. —Guarden sus preguntas para después, mañana regreso a Los Ángeles así que este es mi único día para invitarla a salir. ¿Qué debo hacer?

—Solo sé tu misma, cariño —dice mi madre. Escucho a Austin resoplar y luego decir:

—¡No seas tu misma! La asustarás y te pondrá una orden de restricción.

—Sabia que era un error llamarte..

—Taylor, solo cómprale un ramo de rosas y sé directa —interrumpe mi madre. Aprecio su ayuda, pero realmente necesito un consejo bueno.

—¡No! Eso es... básico. Alisha merece algo especial.

—¿Acabas de decir Alisha? —pregunta mi madre. Echo la cabeza hacia atrás con frustración. No puedo creer que haya dicho su nombre, tenía la intención de mantener su identidad oculta.

—¿Hablamos de Kellen? Ella está fuera de tu alcance.

—¡Austin! —reprocha mi madre. Escucho como comienza a regañarlo y entonces decido colgar.

Me miro en el espejo; luzco fatal. No puedo invitarla a salir de este modo.

Lavo mi rostro y trato de acomodar mi cabello. Regreso a la cocina un poco decaída, pero entonces la veo sirviendo comida en dos platos y de algún modo eso me anima.

Al igual que yo, está recién despierta. Pero sus ojos no parecen cansados y su buen humor ilumina el lugar.

—Ven, siéntate.

La obedezco. Veo un pétalo rojo sobre el piso, lo que me hace arquear la ceja y tomarlo para mostrárselo. Se sonroja cuando lo ve.

—Andrew me trajo un ramo el día de la cita, pero Willow se encargó de alcanzar el florero y destruirlo.

Cada día adoro más a ese perro.

—¿Y mínimo te gustan las rosas?

—Soy más de orquídeas. Tal vez si el ramo hubiese sido rosa y no rojo, ¿pero como iba él a saberlo?