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—Alisha, solo tienes que pedalear, cariño. No es nada del otro mundo —Taylor aseguró mientras sostenía la bicicleta.

Kellen suspiró cansada y totalmente arrepentida de haberle confesado a su novia que nunca en su vida ha montado una bicicleta.

La rubia de inmediato creyó que era una buena idea enseñarle. Así que ahí estaban, un viernes a las seis de la mañana en el parque de la cuadra en donde vivían. Afortunadamente era una zona privada y no había nadie ahí que pudiese presenciar el desastre de aquellas lecciones.

—¡No es tan fácil!

El cálido viento de diciembre jugueteaba con los aladares de su cabello mientras oían a lo lejos el canto de los pájaros. Taylor casi pierde el equilibrio cuando notó que en rayo de sol iluminaba los ojos de Alisha, volviéndolos de un azul que le recordaba al océano más puro.

—Solo intenta mover los pies como te dije al inicio —pidió—, sostendré la manija todo el tiempo, ¿de acuerdo?

Kellen asintió con confianza. Sus primeros pedaleos fueron pequeños y dudosos, pero pronto encontró un ritmo y avanzó con más velocidad.

Taylor la miró con diversión al mismo tiempo que la soltaba. La joven británica casi cae al notarlo, pero utilizó más fuerza en sus manos y logró mantener el equilibrio.

—¡Mira, Tay! —gritó emocionada. Solo giró su rostro durante un segundo para sonreírle a su novia, pero esa distracción fue suficiente para que golpeara una piedra diminuta que la hizo caer hacia el frente y estamparse en el duro concreto.

Swift miró estupefacta como el rostro de la actriz golpeaba el suelo.

Se apresuró a retomar la cordura para ir a su rescate. —Oh, amor... —no sabía si disculparse o echarse a reír.

Alisha estaba sosteniendo su rodilla cuando miró como los labios de Taylor flaqueaban hacia arriba en un atisbo de sonrisa.

—¿Te quieres reír, de verdad? ¡Pude haber muerto!

—Fue una caída de menos de medio metro, cariño.

—¿Dónde está mi súper protectora novia? —preguntó indignada—, la quiero de vuelta.

Taylor se arrodilló a su lado para sostenerle la mano con cariño. Seguía manteniendo un gesto de diversión en su rostro, pero por lo menos se dignó a ocultarlo.

—¿Estás bien?

—Si, pero nunca más me subiré a una bicicleta.

—Hey, vamos, solo necesitas intentarlo de nuevo.

—No, gracias. Tengo una sesión de fotos mañana y una contusión es lo último que necesito.

—Ven aquí —dijo mientras la ayudaba a ponerse de pie. Luego tomó la bicicleta y caminaron de regreso a la casa.

Después de unos minutos en silencio la actriz decidió confesar:

—Fue divertido.

—Y quedó grabado —se rio mientras chocaba sus hombros con suavidad—, pensé que era una buena idea conseguir un video para guardar el momento y luego... luego besaste el piso.

—¡Taylor! —la reprendió y la rubia se limitó a soltar una carcajada. La ausencia de personas resultaba altamente reconfortante para ambas; tantas cámaras sobre ellas comenzaba a ser agotador.

—¿Puedo subir el video a mi Instagram?

—Si quieres que yo suba la foto donde babeas sobre mi pecho, si.

Delicate || T. SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora