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—¡Porque me haces esto! Los niños, no puedes pensar en ellos, ellos no tienen la culpa, y que hiciste bajarte el maldito pantalón, solo porque, porque te asquea la costumbre, tienes todo, casa, comida, una familia y tenías mi confianza, esa que confiaba ciegamente en mi esposo, aquel que dio sus votos que nos amaríamos toda la vida, y mandaste todo por otra mujer.

—Sé que no es justificación, no la amo.

—¿No la amas? Y que fue lo que hiciste, acostarte con ella cuando estaba en la escuela y tú ya eras un adulto, no solo eso, que después de años la vuelves a ver y te acuestas, que seguiste teniendo encuentros hasta que la metiste en la empresa para seguir acostándote. —estallo la mujer al borde del cólera.

Tantos sentimientos, tantas cosas que no puede sacar por sus hijos y por el temor que los escuchen discutir.

—Margot no tiene la culpa.

—No, claro que no la tenía, podría hasta aceptar la justificación, pero después ¡que! Vamos responde, después que, ella sabía que eres un hombre casado y, aun así, siguió, una mujer que saber que hay un matrimonio como se le llama, ¡Respóndeme!

—Lo siento, estoy cansado de esta monotonía-dijo el siendo seco con ella. -Además Margot...

—¡Suficiente! No quiero que la menciones en esta casa, vete, vete con ella, pero no olvides que una vez que cruces esa puerta no regresaras más.

—Regina...

—¡Que! Dime Edmundo, serás feliz con esa mujer, crees que es mejor, que ella te dará lo que doce años me robaste.

—Yo no robe nada, Regina, las cosas solo se dieron con el tiempo, pensé que podría terminar, pero las cosas no son como uno quiere, siento cariño por Margot, ella a veces es...Sera mejor no continuar.

—O sí, claro que es mejor continuar, es mejor en la cama, porque es delgada porque puedes lucir su cuerpo, te di dos hijos de los cuales el cuerpo cambia, pero no valoras eso, no lo valoras, ahora entiendo.

—Solo dame tiempo.

—No, es mi casa, quieres quédate, rompe esa relación con ella. —Edmundo bajo el rostro.

—No puedo hacerlo, ella está embarazada—Regina sintió un golpe en el pecho.

—¡Te odio! ¡Te odio! —grito histérica Regina.

Tal vez no era la mejor manera de reaccionar, pero en ese momento siente que pierde todo, su matrimonio por otra mujer y por un hombre que no le dio su lugar como esposa, sintiéndose humillada, burlada por el hombre que confianza en el.

Mientras ella espera, o preguntaban por su esposo, él estaba en brazos de otra, y la traición es la que le duele a ella.

Sus hijos se miran escuchado los gritos se su madre, no dudan en ir a ver, escondiéndose detrás de la puerta mirando como su madre golpe a su padre en el pecho.

—¡MAMA! —gritan sus hijos evitando que siga golpeando a su padre.

Regina parpadea apartándose y como sus hijos abrazando a su padre, saben que lo adoran y que el siempre les cumple sus caprichos, ellos imploran que no siga hablándose de esa manera.

Edmundo no dice nada, eso solo provoca más coraje en Regina que para sus hijos ella en este momento es la mala.

Todo el tiempo que estuvo Edmundo intentando hablar con sus hijos, explicando que se ira unos días de casa, en lo que su madre se calmara, solo logro que Regina se traga el coraje de sus mentiras.

Le parte el corazón como su hija suplica a su padre que no se vaya, mientras este solo toma su maleta.

Su hijo corre hacia ella ordenándole que no deje que su padre se vaya, Regina solo se contiene sus lágrimas, todo pasa tan rápido para ella que no puede procesar todo al mismo tiempo.

Edmundo se queda parado en medio de la sala con una maleta mientras sus hijos se ponen en cada lado de su madre, quien los toma con fuerza de sus manos pequeñas.

—Me estas abandonando.

—Regina cuando las cosas estén más calmadas hablaremos, hijos saben que los quiero.

—No te vayas papa, no te vayas—suplica su hija.

—Pequeña, solo será unos días.

—Llévame contigo papa—se soltó su hijo de Regina

—Andrés por favor—intento apartarlo Edmundo—hijo.

—Por favor papa, llévame contigo, no quiero quedarme aquí, no quiero.

—Cariño, hijo ven conmigo, solo ven —suplico Regina.

—¡Déjame mama! ¡Te odio! —empujo su hijo saliendo de la sala.

Carmen se soltó también y miro a su padre que abrazo y luego corrió detrás de su hermano, quedándose ambos padres.

—supongo que estas feliz, de destruir una familia, pero tranquila debo estar que ya estas formando una.

—Regina, lo de Margot no fue planeado, siempre has sido la mujer que amo.

—¿Amarme? Y como se le llama a esto, te iras con ella, porque esta embaraza.

—Margot no tiene a nadie, Regina, en verdad no debería pasar las cosas así, mucho menos planee tener otro hijo, sabes que no quise más.

—Si claro que no quisiste más, pero conmigo, pero a ella la embarazaste.

Edmundo no iba discutir más, sabía que salir por esa puerta perdería todo, su esposa y su familia, pero Margot, no podía dejarla sola.

—Entonces esa es tu decisión, un dia te darás cuenta del error que has cometido, de que dejaste una mujer por irte con otra que de seguro no vale la pena, y cuando te des cuenta me veras feliz —el solo tomo su maleta y se fue.

Regina se derrumbó mirando hacia la puerta, mientras sus hijos salieron con sus mochilas saliendo de ahí, la mujer solo sollozo ante los gritos de ellos, que no pudieron alcanzar a su padre.

Los vio entrar y como ellos le gritaron que la odiaban por deja que su padre se fuera de su vida, por arruinarles su vida.

—Hijos...

—Te odio mama, te odio, es tu culpa, tu culpa que papa se fuera, te odio—grito Carmen, quien corrió hacia su habitación.

Mientras Andrés miro a su madre decepción

—En cuanto papa venga me iré con él, tu dejaste que se fuera, jamás nos dejas hacer nada, tu siempre eres mala con él.

—Cariño por favor solo escucha.

—No mama, no te voy escuchar, ¡Te odio! —grito Andrés dejando a su madre entre lágrimas.

Regina se derrumbó siendo culpable, y tan miserable que esperaba que la vida volviera hacer como antes.

ABANDONADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora