Regina miro la casa de campo a lo lejos, estaba maravillada del lugar, Juan Carlos era buen esposo con su hermana, que la consiente, tanto que le insistía que pasara unos días con ella y los niños, negándose porque no podía dejar la casa y Edmundo nunca tenía tiempo.
Medio un poco sobre la situación, preguntándose que estaban haciendo sus hijos, sabía que no pasarían hambre, ni frio, pero es la atención que ellos necesitan.
Sean como sean con ella no dejan de ser lo más preciado que tiene y ella sería su madre para toda la vida, hasta que la vida decidiera.
Se abrazó empieza atardecer, y eso era lo más hermoso que sus ojos pudieron ver, era mejor llegar lo más pronto posible, tres horas de viaje son cansados, aunque no puede quejarse.
Diez minutos y había llegado a su destino, se bajó del auto, junto con una pequeña maleta, solo sería unos días, no tenía intención de quedarse ese mes, solo lo dijo para tranquilizar a su hermana.
Sonrió como una niña pequeña, un viaje sola sin nadie, eso era una experiencia única, siempre que hacia algo debía decirle Edmundo y él se encargaba de todo, no quería arruinar alguna que otra vacación limitadas, igual no dejaría de ser vacaciones
Lo importante era estar en familia.
Entro impactada de la remodelación, aun había algunas cosas de herramientas, debió dejarlas Efraín, no le dio importancia, no sabía en qué cuarto se quedaría.
Confiaba en su hermana que todo estaba listo, aunque llegó más pronto de lo previsto.
Subió hasta la planta alta, y entro hasta la habitación del fondo dejo su maleta y se fue a recostar en la cama, cerró los ojos, pero, así como los cerro los abrió de golpe cuando un casparreo la hizo saber que no estaba sola.
Regina salto de la cama, para encontrarse con el hombre que estaba haciendo las remodelaciones, todo podría estar bien salvo como lo estaba viendo y no solo eso como ella podía ser desvergonzada al verlo con una toalla cubriéndose.
Qué clase de encuentro era esto.
Los ojos de Efraín no se sorprendieron, al contrario, solo tomo la otra toalla, secándose la cabeza.
—¡Por dios Efraín cúbrete! —exclamo ella mientras él no parecía alarmado.
—Regina, no sabía que llegarías hoy —comento el tranquilo buscando algo de ropa en los cajones.
—Pensé que Tania te lo había dicho.
—Si me lo dijo —tomo una camisa poniéndosela —Pero comento que vendrías el fin de semana, así que decidí terminar los últimos detalles.
Regina lo escucha y no puede creer la tranquilidad de él, como le explica y se viste como si nada, aún falta que se quite la toalla, esperaba que no lo hiciera.
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ABANDONADA
RomanceRegina creyó que tenía el matrimonio perfecto durante estos doce años de su vida, el marido perfecto que todas desearían tener, amoroso, buen padre, buen esposo, y claro un buen amante, pero cuando el hambre empieza a gruñir las tripas se da cuenta...