Cap. 19 Confesiones

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Capítulo 19.

XXXXX

Me dolía el pecho. Sentía que no podía respirar.

Angélica.

Ella tenía razón.

Yo había estado alucinando. ¿Era una desequilibrada mental? ¿Todo era mentira? ¿Esas voces eran producto de mi imaginación?

No quería creerlo. Jalé mis cabellos con fuerza.

—¡Anglicana! —Grite su nombre tantas veces hasta que ella apreció. —Ayúdame, ayúdame, por favor. —No quería perder la poca cordura que tenía.

Sí, es que aún la tenía.

El dolor de la inyección no era nada comparado con el que sentía cada día desde que la doctora me había abierto los ojos.

Mis párpados se hicieron pesados al instante.

— Descansa...

Dejé salir un último suspiro.

// // //

Abrí los ojos con dificultad por la luz blanca.

¿Qué hora era?

¿Era de día o de noche?

¿Qué más daba? Me giré sobre la cama para buscar mi libro. Mi cuerpo se sentía tan pesado. Lo abrí con la intención de leer, pero me fue difícil recordar en qué página iba.

XXXXX

Cada parte de su rostro, cada centímetro de su piel... lo tenía grabado en mi mente y era la razón por la que cada mañana al despertar su nombre era lo primero que venía a mí.

Meg.

Diosa Egipcia.

Ella era todo en lo que podía pensar y por eso, cuando el timbre sonó, agradecí a Dios por qué no podía concentrarme y solo miraba a través de la ventana del salón pensando en que tal vez Meg podía pasar por ahí como algunas veces lo hacía.

Al salir al receso, fui directo al comedor en busca de unos ojos grises. No dejaba de mirar el reloj en la pantalla de mi celular. Los minutos pasaban y ella no aparecía.
Había terminado mi almuerzo y no había señales de Meg.

Me resigné y traté de pensar en otra cosa, aunque sabía que era algo que se había vuelto imposible para mí.

Las horas pasaban lentas, pero al fin las clases habían terminado. Fui directo a buscarla. No estaba en el gimnasio, mi única esperanza era la biblioteca. Al abrir la puerta, mis manos comenzaron a sudar, y mi corazón se aceleró. Traté de calmar mis nervios cuando la vi sentada sobre un pequeño sillón, se veía tan elegante cuando cruzaba las piernas. Tenía puestos sus lentes, y en sus manos sostenía un libro. Era tan hermosa que yo solo podía suspirar.

Hola, Cassie.
Me tensé al escuchar su voz. Realmente me desconectaba del mundo cuando pensaba en ella.

¡Ah, hola!

Me ponía nerviosa, aunque no me estuviera mirando. Caminé lentamente hasta quedar frente a ella.

¿Necesitas algo?

Agradecía por dentro que no despegara la vista del libro mientras conversábamos.

—Yo. Solo. —No sabía exactamente qué era lo que quería decir. Tal vez solo tenía ganas de verla. —Solo. —Meg por fin me miró. —Yo quería. —Me detuve al ver que se ponía de pie. Solo unos cuantos centímetros nos separaban. Podía sentir su respiración. El silencio y su intensa mirada me aceleraban el corazón. —Solo quiero... —No apartaba sus ojos de los míos, parecía querer presionarme para que hablara. —Solo quiero saber si... ¿Podrías darme tu número de teléfono? —Me quedé con la boca entreabierta mientras procesaba lo que había dicho. No lo podía creer. Meg parecía no haberme escuchado. Seguía mirándome fijamente. El calor comenzó a subir por mis mejillas. Tal vez pensaba que era muy patética al ponerme así por algo tan simple. —Está bien, si no...

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