Cap. 21 Besos imaginarios

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XXXXX

Solo miraba el foco en mi habitación aún podía escuchar la voz de la Doctora Angélica.

—Estarás bien.

Apreté con  fuerza mis manos cuando sentí un piquete en el brazo.

Las voces en mi cabeza me decían que no confiará en ella.

—¡Basta! ¡Déjenme en paz!
No me di cuenta en que momento la Doctora se había ido.

No quería seguir escuchando esas voces. Me tapé los oídos con las manos y me concentré en la luz.

La Doctora Angélica era la única que me podía ayudar.

Mientras contaba los pequeños lunares sobre mi brazo noté que cada día se marcaban más los huesos en mi piel. Había perdido mucho peso. Me sentía más débil.

Me recosté sobre el suelo para mirar la luz del foco, sentía que todo a mi alrededor daba vueltas. Era como si estuviera en un viaje astral. No tenía noción del tiempo. Solo quería mirar el foco.

XXXXX

Nuevamente era esa sensación que me ponía los pelos de punta.

Su respiración tan cerca de la mía. Sus labios estrellándose contra los míos, ese roce tan suave de su lengua recorriendo mi boca. Aún podía sentir como su saliva se mezclaba con la mía. El sabor a menta seguía en mi boca.

Cualquier persona diría que estaba loca porque aún sentía sus manos frías sobre mi cara mientras me besaba.

Aquella escena se repetía una y otra vez en mi cabeza y no podía dejar de tocar mis labios mientras la recordaba.

El piso en mi habitación era tan cómodo pues llevaba horas recostada mirando a la nada.

Cerré los ojos deseando que el siguiente día llegara.

Meg.

La Diosa Egipcia.

Revise mi celular. No había ningún mensaje de ella. ¿Debía envíale uno?

Nuevamente recordé como ella solo termino el beso de un momento a otro y se despidió de mí para luego esperar a que entrará a mi casa y marcharse.

¿Todo estaba bien?

Me levanté de golpe y miré por la ventana donde hace unas horas se encontraba el auto de Meg estacionado.

No pude evitar pensar en lo que pasaría después.

Definitivamente sería una noche larga, estaba segura de que no dormiría.

// // //

Con cada paso que daba mis piernas temblaban cada vez más.

Por alguna razón el colegio Peter Champions se miraba más grande de lo normal. Mire al estacionamiento y mi corazón se aceleró en cuánto mire su auto.

Ahora no estaba segura de querer verla.

Me arme de valor y cruce las puertas tratando de caminar con seguridad. Lo primero que observé fue a ese chico de sonrisa bonita con ojos grandes.

Oliver.

Era un buen chico, pero no terminaba de agradarme. Suspiré de alivio al ver qué se encontraba solo mientras abría su casillero.

Seguí mi camino hasta que por fin llegué a mi salón.

Justo antes de que el timbre sonará la mire pasar. Mi corazón se aceleró de inmediato. Trague salivá al recordar el beso que nos habíamos dado. Ahora me sentía más nerviosa que antes. Ese recuerdo invadía mi cabeza y no estaba segura de poder mirar la a los ojos.

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