Cap. 11 Solo contigo

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Capitulo 11

Todo a mi alrededor daba vueltas. Las paredes del cuarto, el techo, mi cama y yo.
Parecía que estaba en un viaje por el tiempo porque de un momento a otro el piso era verde. Ya no estaba rodeada de muros de concreto. Ahora solo había árboles enormes y un cielo azul.

Me sorprendió ver un lago enorme frente a mí.

Lo observé con atención. Del otro lado del bosque, entre los árboles, parecía haber una persona. No podía distinguir si era un hombre o una mujer.

Me puse de pie para ver mejor.

¿Me estaba llamando?

Corrí hasta el lago.

—¡Ayúdame!

A penas podía escuchar su voz.
Me sumergí en el agua, ¿sabía nadar? No tenía idea, solo movía mis brazos y piernas.

Poco a poco sentí cómo me hundía en lo profundo del agua.

—¡Ayuda! ¡Auxilio!

De verdad quería hacerlo, quería ayudar, pero no podía. Sentía cómo mis ojos se cerraban.

—¡Ayúdame! ¡Por favor!

Me levanté de golpe. Traté de calmar mi respiración. Estaba totalmente mojada de tanto sudor.

Esos gritos me parecieron tan reales.

Caminé hasta la puerta.

Ayúdame.

Me sobresalté.
Estaba segura de que eso no era solo un sueño.

// // //

Estaba segura de que tenía unas ojeras enormes; no pude conciliar el sueño después de haber mandado ese papel por debajo de la puerta.

Había estado esperando su respuesta durante horas. Quería saber si él o ella estaba bien después de haber escuchado ese grito.

Ahora solo quería distraerme.

XXXXX

Mis preocupaciones eran muchas. Me sorprendía la capacidad que los seres humanos tenían para pensar en mil cosas a la vez.

Mi mayor preocupación llegó al final del mes en el colegio Peter Champions, cuando mi recibo de pago llegó.

Durante una semana no pude dormir. Mis ojeras eran tan grandes que el maquillaje no las cubría. Volví a la vida cuando vi un anuncio donde solicitaban ayudante de cocina y, aunque que ese dinero no cubría por completo la mitad de mi colegiatura, tuve que aceptar.

El fin de semana llegó y con eso el trabajo y ahí estaba, no como cocinera, sino como lava platos. Al parecer el evento era tan grande que no había espacio para más trastes en el área de lavabo.

—Chica, ¿puedes apresurarte? Te necesito para que nos ayudes allá fuera. —El señor Daniel era el encargado del evento. No lo conocía bien, pero no parecía mala persona.

En un momento voy. —Termine con los cubiertos y me acomodé el uniforme que me quedaba grandísimo. Lo bueno era que en este lugar nadie me conocía, porque justo en ese momento lucía fatal con mis conversos rotos y sucios por el trabajo y el cabello alborotado, que trate de arreglar con una coleta atada por un listón. Y mi cara era la peor parte donde resaltaban mis ojeras.

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