CAPÍTULO XVII

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                                Maratón 6/6
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El olor a medicamentos inundó mi nariz, abrí los ojos lentamente, estaba en una habitación de hospital, me intenté mover pero estaba adolorida, al voltear a mi lado ví a Rebecca, al ver que me moví se levantó rápidamente.

-¿Cómo te sientes?

-Me duele todo.... ¡¿El bebé, cómo está?! - dije alterada.

-Tranquila, está bien, afortunadamente llegamos a tiempo.

-Lo siento, debí controlarme, por mi causa casi pierdo el bebé. - dije llorando.

-Tranquila, yo también lo siento, dije cosas que no debía decir.

Se sentó en la cama, nos abrazamos, así nos quedamos hasta que me tranquilicé, Rebecca se sentó en el sillón donde estaba.

-¿Cuándo me puedo ir de aquí?

-Mañana, pero no te irás sola.

-Sí.

-No.

-Yo me iré sola, porque aún así, no estaré cerca de ti.

-Sí lo estarás, quieras o no, cuando salgamos de aquí te vas a ir conmigo a mi casa.

-No.

-Sí, será más fácil cuidarte en mi casa.

-Pero tú no me quieres cerca y yo menos quiero estar cerca de ti.

-No es una pregunta.

-Te dije que no.

-Vas a irte conmigo y punto, tuviste una amenza de aborto y no podemos arriesgarnos, hazlo por nuestro hijo.

-Está bien, pero solo unos días.

-Hasta que estés fuera de peligro y yo esté segura de que puedes estar sola.

-Bien.

-Debes descansar, duerme otro rato.

-No quiero.

-Debes de.

-Está bien.

-Saldré para avisarle al abuelo que ya estás mejor.

-¿Le dijiste?

-Sí, si no le digo y se entera me mata.

-Parece que le tienes miedo.

-No miedo pero si respeto.

-Si tú lo dices.

Salió de la habitación, cerré los ojos y caí dormida, pasamos todo el día y la noche en el hospital, Rebecca no se separó de mi ni un segundo, cada que me movía se acercaba para ayudarme, parece que al final de cuentas si se preocupa por los demás.

Por fin llegó el momento de salir de el hospital, me sacaron en una silla de ruedas hasta el auto, Rebecca me ayudó a subir y arrancó hacia mi apartamento, me dejó en el auto mientras ella subía por mis cosas, después de unos minutos bajó con todo listo, lo subió a la cajuela y se subió al auto para ir directo a su casa, llegamos hasta un gran portón, lo abrió y entramos, era una casa grande y hermosa, estacionó el auto frente a la casa, se bajó y me ayudó a bajar, no quisé que me cargara así que me ayudó a caminar lentamente, cuando llegamos a la puerta nos abrió una señora grande de edad y sonrió.

-¡Hola niña Becky!

-¡Hola nana!

-¡Hola, tu debes ser Freen! - dijo la señora sonriendo.

PREDESTINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora