Capitulo 20

41 2 0
                                    

Al salir del club, aún sentía esa presión en el pecho. Sabía que esa angustia que comenzaba a acecharme no me iba a dejar en paz, sobre todo teniendo a la protagonista de esta historia viviendo justo al lado. Subí las escaleras y miraba cada rincón de ese enorme edificio, sus estructuras, cuadros y decoraciones que adornan el lugar, haciéndolo ver más hogareño. Candy no estaba por ningún lado eso me daba calma porque sabía que no tendría que enfrentarla, y sobre todo mirarla a sus preciosos orbes color avellana, su piel blanca intacta te iban atrapando te daban ganas de simplemente apreciarla a su máximo esplendor, su cabellera color miel con pequeños rulos que adornaban ese hermoso rostro y esa pequeña sonrisa. Daban deseo de no querer alejarme más de su lado y que ella te toque con dulzura y amor. No soy experto en esto del romance, jamás amé con sinceridad a una persona, pero lo que estaba sintiendo en ese momento me estaba volviendo loco.

Al entrar al departamento, jamás me había sentido tan solo como lo estaba en estos momentos. Era una cosa inexplicable, tampoco sabía cómo reaccionar cuando tuviera que verla, mirarla a sus preciosos ojos. De lo que estaba seguro es que el Chacal pagaría cada daño que le ha causado a Candy. Esto no se quedaría así, y mucho menos con la chica por la que comenzaba a sentir cosas. 

(*)


Al otro día, parecía que mi vida se estaba desmoronando de a poco, sobre todo por la noticia que Santiago me había dicho la noche anterior; no encontraba respuesta ante lo que mi jefe había hecho. Claro, qué respuestas voy a tener si él me había dicho que una pareja le debía mucho dinero. Esa pareja eran los padres de Candy Russian y ahora ya lo sabía todo. Nunca creí que sus padres estaban huyendo. ¿Pero por qué dejarla aquí?, 
¿Por qué abandonarla? Simplemente porque.

El cuestionario de preguntas no abandonaba mi mente, algunos solucionarían esto huyendo o simplemente yendo al psicólogo. Pero ya sabía lo que iba a hacer, con una sola bala de mi arma acabaría con mi vida. Me ahorraría todas esas tonterías, total no tenía nada que perder.

Nadie de mi familia me esperaría o me diría “Ey Alfa no cometas tal error” ya no tengo nada que perder.

Dos semanas después

— Solo mírate, pareces un hombre patético y desolado — comento Santiago mientras estábamos tomando.

— ¿No tienes otra cosa que decir, más que solo burlarte? — dije mis ojos se estaban cerrando por el efecto del alcohol.

— No Alfa, solo haz lo que te pido. Está bien, ahórrate el desenlace fatal y borra de  tu mente cualquier estupidez que estés pensado hacer —al parecer mi amigo sabe leer mentes.


— Santiago, llevó casi dos semanas sin dormir, ¿no crees que ya esto me está afectando? — hablé sin ánimos.

— No creo, yo dijo que estás más haciéndote tú mismo la cabeza, esto se soluciona fácil. Simplemente, ya lo había dicho, aléjate de ella — la mirada de mi compañero había cambiado totalmente, ya sabía lo que me comentó, pero es que simplemente no podía.

— Es que no es tan fácil, simplemente no puedo alejarme de ella. Es como si ella tuviera algo que me tiene atrapado — expresé bebiendo otro whisky.

— La cosa está clara amigo, simplemente si no puedes alejarte tendrás que desaparecer a mi manera — Santiago tomó su arma y me apuntó justo en la cabeza.

—¿Qué estás haciendo? Solo alardeas que vas a dispararme — dije.

En eso unas manos se posaron sobre mis hombros.

— ¿Qué estás haciendo, Santiago? Acaso crees que puedes matar a este imbécil, eso deberías dejármelo a mí — la voz ronca del Chacal se hizo presente.

AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora