48. Sobre como querer bien

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Andrew.

—Puedo sola.

La media lengua de mi novia me hace gracia y me río, sacándola del coche porque no, sola no puede. Sé que no le sienta bien el alcohol, pero una noche es una noche, y yo no soy su padre como para prohibirle nada. Además, es mayorcita para tomar decisiones sola.

Se ha tomado tres, no sé como le ha podido sentar tan mal.

Cierro el coche, con el sonido de las ramas de los árboles de fondo y el silencio casi sepulcral, por la ausencia de todos esta noche. Sólo estamos Marie, Dan, Sam y yo, y el ambiente se siente diferente.

Me percato que el coche de Jaden está aparcado bajo el porche y me quedo tranquilo. Sam y Dan desaparecieron de un momento a otro de la noche, y me alegra saber que están bien, que están aquí.

El ex de mi cuñada decidió llevar al final los dos coches por si pasaba algo como esto, y aunque a mi cuñado no le ha hecho mucha gracia que su mejor amigo conduzca a su bebé, no le ha quedado otra que tragar y confiar en Sam, que es mil veces más responsable que su amigo pero Jaden no está preparado para esa conversación.

—¿No hace como demasiada calor aquí?

Miro a mi novia que camina hacia casa con un porte terrible y me fijo en su trasero, en como se ciñe su vestido de seda a su cuerpo y como el pelo secado al viento le queda de maravilla. Es una auténtica diosa del olimpo. Tengo mucha suerte.

Agarro su mano —El alcohol es el culpable, ahora te das una ducha de agua fría.

Me mira —¿Y te la darás conmigo?

La miro a ella, pasando una mano por su cintura para que suba los escalones —Si quieres si, pero nada de sexo.

Marie frunce su ceño y después de unos segundos bufa, empujando la puerta de la casa de campo —Andy...

—Estás muy borracha, no vamos a hacer nada.

—Soy consciente de todo —levanta sus brazos —Mira, controlo súper bien.

La agarro porque está a punto de caerse y me vuelvo a reír, negando con la cabeza —Nena, estás ebria, y yo no he bebido nada, así que esta noche me limitaré a darte una ducha, masajearte el pelo, y llevarte a la cama para que descanses.

No me gusta tener sexo con Marie cuando está así, porque después de emborracharse, al día siguiente, nunca se acuerda de nada, y eso me da mal rollo, por eso es mejor disfrutar de ella y con ella cuando esté completamente lúcida, así es conciente del placer que nos damos.

Cuando entramos a casa, se engancha a mi cuello con los ojos cerrados y sonríe, haciéndome sonreír —¿Cuanto me quieres del uno al diez?

La abrazo, acariciando su espalda —¿Tengo el diez como límite? Porque te quiero mucho más.

Sus ojos se abren, brillando más que nunca —¿Cuanto es eso?

Beso su nariz, con delicadeza, y por supuesto con todo el amor que me genera —Cada día lo hago un poco más, no hay cifra exacta.

Eso la hace cerrar los ojos de nuevo. Y deja su cabeza reposar sobre mi pecho para que la acurruque entre mis brazos. Soy un cursi cuando se trata de Marie. Ella significa parte de mí vida, me complementa, me hace feliz, y me está enseñando cosas que me encanta sentir, por eso se merece que la quiera bien, y que la cuide.

Levanta la mirada y sus labios buscan los míos, así que no dudo en acercarlos y besarle, muy despacio, pero sintiéndose muy bien.

—Te quiero.

ENAMÓRATE DE ALGUIEN MÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora