51. Vueltas y más vueltas

140 21 1
                                    

Danielle.

Un día atrás.

Me parece un despropósito.

La forma en la que se mueven sus labios, como me toca, la manera de gemir, lo que me está haciendo sentir con lo que ha hecho...

Todo me parece un auténtico despropósito, pero me encanta.

Acaricio su nuca y le doy un par de besos cortos antes de mirarle directamente a los ojos.
Él está completamente obnubilado, y yo tendría que estar igual, pero el hecho de que las cámaras sigan ahí, me corta un poco el rollo.

—¿Que has hecho? —mi voz sale ahogada, y dejo descansar mi frente sobre la suya cuando me abraza.

—Lo que tenía que haber hecho hace mucho tiempo, Morena.

Tomo aire, y juro por dios que me están temblando hasta las pestañas por lo guapísimo y sexy que se ve —Siguen ahí, no se van.

—Ni se van a ir.

Miro un segundo detrás de él y chasqueo mi lengua —Son una pesadilla.

Asiente —Si, pero salgamos, hace frío.

—¿Ah si?

Suspiro y él sonríe, llevando una mano a mi barbilla para acariciarla. Sabe que tiene todo el control sobre mi, que si me dijese ahora mismo de escaparnos lejos como me lo propuso la otra noche, le diría directamente que...

Camino a su lado y de su mano y salimos del agua, él unos pasos delante de mí, y yo sin dejar de mirarle.

—Sam.

—¿Mm?

Lamo mis labios —¿Sigue en pie lo que me propusiste anoche?

Frena y tarda unos segundos antes de girarse. Yo estoy temblando por el frío, aunque ganan los nervios.

—¿A que viene eso?

Niego, soltando su mano para agarrar la toalla —Aquí no hacemos nada, y a partir de ahora no nos van a dejar tranquilos.

El mejor amigo de mi hermano me mira de arriba a abajo, colocando una mano en su cintura —¿Quieres irte a Hawaii?

—No quiero que pienses nada raro, sé que me has dado el beso para...

—Te he dado el beso porque quería demostrarte que ya me da exactamente igual todo, y porque me moría por besarte.

Dios mío.

Aclaro mi garganta, encogiéndome de hombros —Te morías por besarme pero no me quieres como el primer día.

Eso lo hace reír, y la verdad que yo no le veo la gracia a nada de esto.

—¿Estás esperando que te responda lo que ya sabes que te voy a responder?

Frunzo el ceño —No sé de que me hablas.

Sam mira a nuestro alrededor, y yo lo imito dándome cuenta que ya no hay nadie, que estamos solos, y que todo lo que pase a partir de ahora, solo queda entre nosotros.

—Se han ido —digo.

—Eso parece, aunque no hay que fiarse mucho —agarra su mochila y yo la mía y me mira directamente a los ojos —Dejaré el coche en el aparcamiento de las oficinas de tu abuelo y avisaré a Jad para que se lo diga a tu padre.

ENAMÓRATE DE ALGUIEN MÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora