49. De primera mano

139 23 1
                                    

Danielle.

Meto el pelo por detrás de mi oreja, leyendo la letra de las canciones que vienen en los libretos de los discos.

—¿Quieres que guarde estos también?

Samuel habla y salgo de mi aturdimiento —Si, por favor. Gracias.

Asiente y sigo a lo mío. Esta es mi forma de desconectar del caos mental que tengo. Ordenar, organizar y planificar las antigüedades de mi abuelo, que son verdaderas reliquias.

—Es un poco tarde para estar haciendo esto, ¿no?

Sam vuelve a hablar y yo me encojo de hombros.

—No tengo sueño —lo miro —Si quieres irte, está bien.

Niega, y se sienta a mi lado con una caja en la mano —No, está bien, yo tampoco tengo sueño, solo es raro que hagas esto justo ahora.

—Me aburro, y me encanta cotillear las cosas de mi abuelo.

—Si, eso lo sé, de siempre.

—Es que tiene cosas muy chulas. Nunca te esperas lo que te vas a encontrar.

Mi abuelo guarda absolutamente todo. Me hace mucha gracia como mi abuela discute con él cada vez que hace limpieza e intenta hacerlo entrar en razón para que tire la mitad de las cosas inservibles que tiene, pero es imposible, guarda hasta los botones rotos de las camisas.

Dice que es su manera de conectar con el pasado, y está un poco loco, pero a veces lo entiendo, porque volver al pasado es necesario, a veces, un lugar seguro.

—Mira, aquí están las escrituras de la casa —Sam saca un montón de papeles de la caja y lo observo, esperando a ver que dice —Está a nombre de tu abuelo Richard —me mira —Pensaba que esta casa era de la familia de tu padre.

—Si, pero mis bisabuelos la compraron hace veinticinco años, justo vuestra edad. Marie se la vendió porque a Celia le encantaba.

—Nunca me habías contado esa historia.

Me encojo de hombros —Nunca habíamos hablado del tema.

Él asiente y sigue perdido en los objetos de la caja. Esto lo estoy haciendo por poner la cabeza en otra parte, pero se hace un poco difícil que esté tan cerca.

He estado a punto de aceptar su oferta. No sé como he sido capaz de encontrar la fuerza de voluntad para decir que no, aunque finalmente la razón ha ganado, y he sabido frenar a tiempo las ganas.

Quería que mi hermana me aconsejase, porque yo esto de organizar la estantería, lo puedo hacer perfectamente sola, pero no contaba con que él quisiera "echarme una mano".

En definitiva, no me va a dejar pensar tranquila porque me muero por esa boca, por sus ojos, por todo el conjunto de su cara.

—Mira esto —levanta una botella de cristal vacía y sonríe, haciéndome sonreír a mí —¿Te acuerdas?

Asiento, leyendo nuestros nombres escritos en ese trozo de vidrio. La usábamos para jugar a la isla del tesoro, y no me olvidaré nunca de los cabreos que me pillaba cuando mi hermano y Sam ganaban y se reían de nosotras tres.

Me brotaban hasta heriditas en la piel.

—¿Que hace mi abuelo guardando esto?

—¿Cómo no va a guardar semejante tesoro, Dan? ¿Cuantos momentos hemos vivido con esta botella? Era el símbolo del grupo.

—Yo una vez casi la rompo.

Mi ex novio se ríe y lo miro, riendo finalmente con él —Por mal perder.

ENAMÓRATE DE ALGUIEN MÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora