Algo captado por mi subconsciente no me deja seguir durmiendo. Suelto un resoplido de molestia, me remuevo por tercera vez y no logro deshacerme de esa sensación. Abro los ojos, molesta. La ventana está abierta de par en par, dejado que la luz de la luna se filtre.
Mi corazón da un vuelco de susto al distinguir una figura humanoide sentada en la orilla de la ventana. Aquella sombra voltea a ver con los ojos brillando en carmesí.
—¿Te desperté o estás sonámbula? —La voz de Nueve hace que mi pulso vuelva a la normalidad.
Él parpadea, y aquel brillo desaparece.
Enciendo la luz pequeña sobre la mesa de noche, a la vez que reviso el reloj de números fosforescentes, son las tres de la mañana con treinta minutos.
—Se te está haciendo costumbre entrar sin permiso —me quejo—. ¿Qué haces aquí?
—Vigilo, lo haré hasta que la actividad de Imperio en esta área se detenga.
—¿Y cuánto tiempo llevas ahí? —Señalo la ventana.
Él está sentado con una pierna dentro de la habitación, la otra colgando hacia afuera, sus brazos permanecen cruzados sobre su pecho y su espalda recargada en el marco de la ventana. Su aliento hace una nube blanquecina cuando abandona su interior.
—No mucho. Hacía frío en el pórtico, así que decidí subir. A demás, aquí tengo mejor vista.
—Del vecindario —Me deshago de las sábanas sobre mí.
—De ti dormida... es una linda vista.
Trastabillo al ponerme de pie, trato de disimularlo arrastrando mi pantufla de debajo de mi cama. Cuando nuestras miradas se cruzan la suya abraza la mía y me hace querer regresar al refugio que brindan mis sábanas. Las palabras se secan en mi boca.
¿No se suponía que me tenía rencor?
—Obviamente del vecindario, tonta —resopla. Se reacomoda en su puesto, con los ojos vigilantes hacia la calle—. Vuelve a dormir —ordena.
Me quedo fuera de la cama. Sin saber que hacer. Mirando la postura rígida de Nueve sentado en ese lugar inconveniente.
—¿Piensas quedarte ahí toda la noche?
—Posiblemente. Duérmete —repite.
—¿Por qué no cierras la ventana?
—No me agrada estar al interior de ningún sitio, pero tampoco me agrada el frío. Ve a dormir —vuelve a insistir, esta vez, suena más molesto.
Lo observo ahí, con la briza que hace los árboles mecerse revolviendo su cabello. Sus ojos no están fijos en un único punto, parecen custodiar cada centímetro del asfalto, cada sombra, cada arbusto, nada parece estar fuera de su radar. Con la falta de luz, no se puede apreciar el gris de su mirada, aunque sé que está ahí.
Viéndolo con detenimiento, Nueve no debe ser mayor que yo por mucho. Es atlético, tiene piernas largas y torso de nadador, me recuerda a cuando Vladimir era solo un cadete. Su cabello oscuro roza sus parpados, y los bultos oscuros debajo de sus pestañas inferiores parecen un claro signo de que no duerme bien.
Parpadea con una lentitud que me parece tortuosa, y me hace preguntarme si lo hace así porque está luchando para no quedarse dormido o porque no le importa lo que hace.
—¿Va a amanecer contigo ahí de pie como un árbol?, vete a dormir —murmura.
La forma en la que apoya la cabeza en el marco de la ventana me parece el gesto de alguien exhausto. Mientras más lo observo, más señas de cansancio aparecen en él.
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Rojo Ascender
RandomNira está consciente de que su vida no tiene ni una pizca de normalidad, solo hace falta ver su más grande secreto: Tiene una habilidad sacada de los cómics. La tiene desde que una extraña figura se presenta en sus sueños: una mujer de ojos rojos y...