Capítulo 8: Aquí vamos... otro problema

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Después de la persecución de ayer lo menos que me apetecía era permanecer en un salón rodeada de gente desconocida. Así que me he dicho a mí misma que merezco pasar un día como se me venga en gana. Con las manos metidas en los bolsillos del suéter me encamino a la salida de la escuela.

Me he replanteado muchas veces la idea de ir en busca de aquel callejón, solo para saber si tengo la suerte de encontrarme de nuevo con aquel chico desconocido. Pero por la salud de mis pobres nervios no me atrevo a hacerlo.

—¿Nira Bergman? —la pregunta resuena a través del pasillo vacío.

Es en ese momento en el que me doy cuenta de que no tengo activada mi habilidad como cuando me escabullí del gimnasio a mitad de educación física.

La piel se me eriza. Y me detengo. Debí haber bajado la guardia. Mi mente maquina un montón de falsas situaciones en las que podría estar envuelta como para conseguir que me dejen salir de la escuela. Nada me parece convincente.

Giro con lentitud sobre mis talones para mirar a quien me ha llamado.

Un chico con capucha a medias me mira sin reservas, sus ojos son fríos. A su lado, una chica con vestido verde de mangas largas me sonríe. Ambos con cubrebocas negros sobre sus rostros. Eso me hace revivir el desagradable encuentro de ayer.

—Nira Bergman. —La voz de la chica es aguda, lo que me hace sospechar que es menor de lo que aparenta—. Eres tú, ¿no?

Da unos pasos mitad saltitos hacia mí, por seguridad, pongo un paso de distancia entre ella y yo antes de contestar.

—Sí... —afirmo con duda.

Algo no me pinta bien. Y he creado un vínculo de confianza ciega con mis instintos. Así que, si ellos me piden que me aleje, correré hasta que las piernas se me rompan. Pero están callados, y eso no me gusta.

Retrocedo otro paso.

—Necesito que vengas con nosotros —pide la chica—. Lo antes posible.

No sé cómo reaccionar. No veo una verdadera amenaza por parte de estos individuos, aunque la parte necia de mi cabeza los sigue relacionado con el primer hombre con el que me crucé en el incidente pasado. La parte lógica de mi cerebro los marcó como objetos de su desconfianza por ser desconocidos.

—¿Vendrás? —Insiste la chica.

—¿Qué? —contesto, distraída con las cavilaciones internas que me abordan.

—Que vengas con nosotros —repite—. No es nada malo, lo juro —se apresura a tratar de convencerme.

—Ese intento por afirmar que no se trata de algo malo, me hace pensar justo lo contrario.

—No, no, lo juro. —Me alcanza, tomándome de la muñeca—. Te lo mostraré, vamos.

Me saco de enzima el agarre de un rápido y fuerte movimiento que toma por sorpresa a la chica. He practicado tácticas para soltarme del agarre de cualquier agresor con Vlad, si el supiera que en menos de veinticuatro horas he tenido que usarlas, seguro le daría un infarto.

En cuanto veo que la chica supera su sorpresa e intenta volver a aferrarse a mí, lanzo un puñetazo en su dirección. Mi golpe es detenido por el antebrazo del chico. Su mirada me invita a no querer pelear con él.

<<¿¡Cómo demonios se acercó tan rápido y sin hacer ruido!?>>, pienso alarmada.

—Tú me estás obligando. —El joven tira con una de sus manos para quitarse el cubrebocas, dejando a la vista su boca entreabierta.

Cuando sus ojos comienzan a brillar en carmesí, la piel se me eriza y algo en mi susurra que este tipo podría tener una habilidad peor a la mía. Teniendo eso en mente, doy la vuelta, y comienzo a correr en dirección a la puerta de salida.

Escucho un chasquido, de esos que se hacen con la lengua y el paladar. Intento echar una mirada por sobre mi hombro hacia atrás para ver qué fue eso. Ellos siguen parados en su lugar, el varón tiene una sonrisa de triunfo en los labios.

Doy de lleno contra algo invisible antes de poner un pie fuera, o de si quiera poder procesar qué es lo que pasó. El marco de la puerta se ilumina conforme una pared que parece estar hecha de cristal teñido en rojo absorber mi impacto.

El dolor me aturde enseguida, con la fuerza con la que impacté caí al suelo de espaldas, así que el aire de mis pulmones los abandonó con violencia. Siento algo caliente recorrer mi ceja derecha. Mi visión se vuelve borrosa y tengo la impresión de haber perdido un poco el sentido de la audición, por un molesto pitido en el oído interno.

Mis ojos parecen estarse apagando. Los párpados me pesan y mis extremidades hormiguean.

<<Voy a desmayarme>>. Lucho ante esa idea, pero mi cuerpo no responde como quiero.

Dos figuras entran en mi campo de visión. Apenas puedo distinguirlos. De no ser porque deambulo por la línea de la conciencia y de la inconsciencia, hubiera comenzado a hiperventilar de la desesperación.

—Ey, ¡no podemos usar nuestras habilidades en zonas públicas! —Reprocha la chica rubia—. Nueve... casi la matas. ¡Pudiste matarla, tonto!

—Apunté mal —suelta el varón con un tono burlesco—. Sólo le causé un rasguño.

—No bromees así, ¡vas a asustarla!

—Intentó huir... asustada ya estaba —el tono de desinterés del chico de la capucha se distorsiona ante mis oídos—. Él dijo: no se atrevan a volver sin ella, tráela. Y es lo que estoy haciendo.

Saber que han sido enviados por alguien me hace sentir aún peor.

Sé que comienzan una discusión entre ellos, pero ya no soy capaz de entender las palabras que se dicen, es como si hubieran comenzado a hablar en otro idioma, aunque lo más seguro es que no logro hilar la conversación por el aturdimiento. Escucho sus voces como si yo estuviera bajo del agua. Y sus figuras borrosas es lo último que veo antes de que todo se vuelva oscuro. 





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Quedó más corto de lo que pensé, pero bueh, compensa a los capítulos densos que están por venir. Esperen... ¿yo dije eso?

Rojo AscenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora