Caballero Albino de Ceniza

Reposo y la Enseñanza de Ryuu

En aquel lugar pacifico donde residía el alma sin nombre y el abismo enjaulado, Bell reflexionaba en silencio sobre la experiencia desafiante que acababa de vivir, sintiendo aún los efectos del encuentro con el abismo demacrando su brazo.

Observó su brazo tembloroso con atención, sintiendo el la sensación de como el abismo se movía por su brazo y por su mente, recordando las palabras del alma que residía en su interior.

"Me dijiste que soportaste la sensación del abismo volviéndote loco durante mucho tiempo", susurró Bell, dirigiéndose a la presencia que habitaba en su ser. La figura del alma asintió en respuesta, confirmando la angustia que había enfrentado durante saber cuanto tiempo.

"No puedo ni imaginar lo que tuviste que soportar", continuó Bell, expresando su admiración y empatía hacia el alma. "Lo mío duró menos de diez minuto, pero la sensación de que me arrancaban y aplastaban el brazo era insoportable", agregó, recordando ese corto pero intenso momento.

Mientras Bell reflexionaba sobre su encuentro con el abismo y la presencia del alma en su interior, la voz del espíritu resonó de nuevo. "Necesitas ayuda de alguien para aprender a usar gradualmente el maná, así permitirás que el abismo fluya a través de ti de manera controlada y sin ponerte en peligro, además yo también tengo parte de la responsabilidad de lo que ocurrió, no controlé bien el poder del abismo y quedaste herido,... mis disculpas", habló el alma, ofreciendo una solución para el desafío que Bell enfrentaba.

Bell aceptó las disculpas del alma, los errores los podría tener cualquiera, además, se comprometió a seguir su consejo y buscar ayuda para dominar este poder oscuro pero potencialmente poderoso. Reconoció que no podía permitir que el abismo lo consumiera, pero también entendió que podía convertirse en una herramienta valiosa si aprendía a controlarlo adecuadamente.

Bell asintió con comprensión. "Entiendo, le preguntaré a Alfia si puede enseñarme algo sobre el control del maná", respondió con determinación. Pero las palabras del alma resonaron, planteando una perspectiva diferente. "¿Por qué no mejor se lo preguntas a esa elfa?" preguntó el alma. "¿A Ryuu?".

Bell consideró la sugerencia, reflexionando sobre la habilidad natural de Ryuu para manejar la magia. "La magia fluye a través de su cuerpo de manera más fluida, como si fuera parte de ella o fuera natural", continuó el alma. "Tal vez pueda ayudarte y darte más consejos. Además, creo que te vendría bien que te entrenara alguien que no intentara matarte". Después de escuchar la bromadel alma, Bell dejó escapar una pequeña carcajada que liberó parte de la tensión acumulada por lo ocurrido anteriormente.

"Siento que despertaré pronto, y la última vez que me fui, no pudiste decirme tu nombre", continuó Bell.

"¿Podrías decírmelo?" La llama flotante se acercó lentamente a Bell hasta detenerse frente a él.

"El nombre que más ha estado presente en mi mente desde que recuerdo ha sido Artorias el Caminante del Abismo, por lo que a partir de ahora podrás llamarme Artorias", mencionó el alma recién nombrada, y sorprendentemente de ella se materializó una mano, la cual se extendida hacia Bell. Además, se notaba que tenía puesto un Brazal, que seguramente le pertenecía a su antigua armadura.

"¿Cómo has hecho eso?" preguntó Bell, asombrado por la manifestación física de Artorias.

"Tu alma analiza la mía, observando una imagen de lo que fue mi físico", explicó Artorias. "Así iré adquiriendo una forma física más parecida a la que tenía. Por eso, la primera vez que me materialicé físicamente, era solo una simple silueta".

Bell, comprendiendo la explicación, aceptó el estrechón de manos. "Mi nombre es Bell, es un placer, Artorias".

Tal como había sucedido anteriormente, Bell desapareció repentinamente, dejando a solas Artorias y a las criaturas de luz, que se encontraban a su alrededor. Artorias disipó la mano que había extendido hacia Bell y se volvió hacia la jaula, que estaba vacía en su parte superior debido al abismo que había salido disparado al intentar ser canalizado.