La cruda verdad.

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Bell observó cómo Chloe se encontraba inconsciente, con los ojos completamente en blancos y con ambas dagas destrozadas a ambos lados.

"Puede... puede que un poco, pero gracias por ayudarme... ¿y ahora... qué hacemos con ella? No podemos dejarla aquí y Hermes sigue ahí tirado roncando," comentó Bell, su voz reflejando tanto alivio como preocupación.

Artorias miró a Bell y luego a Chloe, sopesando la situación. "Recoge a Hermes y volvamos a casa. Ya es tarde," respondió con firmeza.

Bell miró a Chloe, aún inconsciente en el suelo. "Pero no podemos dejarla aquí tirada."

Artorias suspiró, entendiendo la empatía de Bell. "Bell, ha intentado matarte."

"Lo sé, pero no creo que sea buena idea dejarla aquí toda la noche. Llévate a Hermes y, cuando ella despierte, iré directo a casa," dijo Bell, ajustándose el vendaje para tapar solo un ojo.

Artorias dudó por un momento antes de responder, "Pero Bell, no podrías ver a través de los vendajes sin mi presencia, o al menos hasta que vuelva espiritualmente, ¿y que pasa si intenta atacarte de nuevo?."

"Me destaparé un ojo del vendaje y usaré mi flequillo para que ella no lo vea cuando despierte," explicó Bell. "Y cuando dejes a Hermes en casa, vuelves espiritualmente o como sea que lo llames lo más rápido posible."

Artorias suspiró, finalmente cediendo. "Está bien, pero ten cuidado. No bajes la guardia ni por un segundo,... ni confíes en ella."

Bell observó cómo Artorias recogía a Hermes, quien seguía roncando suavemente. Mientras se alejaban, Bell se inclinó sobre Chloe, asegurándose de que estuviera respirando y acomodándola de manera que estuviera más cómoda.

Con un ojo ya destapado, dejó que su flequillo cayera sobre su rostro para ocultar el ojo descubierto, Bell sabía que estaba tomando un riesgo, pero no veía buena idea dejar a Chloe inconsciente y sola en la playa.

Cuando Artorias regresara, podrían manejar la situación juntos. Mientras tanto, Bell se mantendría vigilante, preparado para cualquier cosa que pudiera suceder.

Tal y como se mencionó, Artorias desapareció entre la neblina con un Hermes que no se inmutaba por el rápido caminar de este.

Bell observó cómo el vaho salía de la boca de Chloe debido al aire frío de la noche. Se inclinó hacia ella y, con cuidado, retiró su jersey para colocarlo sobre ella, protegiéndola del frío.

Mientras ajustaba el jersey sobre Chloe y se aseguraba de que estuviera abrigada y cómoda, no podía dejar de pensar en cómo había terminado en esta situación: peleando con alguien que intentó matarlo y ahora arropándola.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de las olas rompiendo suavemente en la orilla y el susurro del viento. El cielo estaba despejado, dejando ver un manto de estrellas que brillaban intensamente, y la luna, casi llena, bañaba la escena con una luz plateada que reflejaba en la superficie del mar. Bell, sentado junto a Chloe, no podía evitar sentir una extraña mezcla de paz e incomodidad.

El tiempo parecía detenerse mientras Bell se mantenía en guardia. El vaivén de las olas y el susurro del viento eran los únicos sonidos que llenaban el silencio de la noche.

De vez en cuando, miraba hacia la dirección en la que Artorias había desaparecido, esperando su regreso. A su alrededor, la playa estaba desierta, con la arena fría bajo sus pies y la brisa salada acariciando su rostro.

Bell no podía evitar pensar en el momento en que Chloe despertara. ¿Intentaría atacarlo de nuevo? Sus pensamientos eran un torbellino de preguntas sin respuesta, pero su determinación no flaqueaba. Estaba dispuesto a darle una oportunidad, a pesar del peligro que eso pudiera representar.

Caballero Albino de CenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora