«tres»

36 8 1
                                    

Una figura vestida totalmente de blanco esperaba sobre la azotea de uno de los feos edificios de esa parte de la ciudad. Varios pisos a bajo había prostitutas tratando de ganarse algo para pagar su próxima comida, algunos ladrones que dañaban más por diversión que por ser parte del trabajo, unos cuantos muertos en vida inyectándose las venas en algún callejón oscuro. Definitivamente era una linda localidad para pasar las vacaciones, eso si se venía del infierno.

-Me gusta la puntualidad en los negocios -la voz de un segundo desconocido anunció su presencia en la azotea.

-No me gusta perder el tiempo -La figura vestida de blanco salió de entre las sombras, permitiendo que la luz de la luna le mostrara. El pantalón y el saco tenían diseño de Oscar de la Renta, el corte de cabello al ras del cuero cabelludo y sus ojos grises mostraban la peculiaridad de su persona.

-Adler Baecker -pronunció el recién llegado, como si saber eso fuera en sí mismo un gran triunfo-. Un hechicero que se metió con la mujer equivocada.

La risa del mencionado fue corta y seca.

-Veo que mi fama me precede -celebró sin mostrar el menor atisbo de molestia-, al menos eso hará que sepas que voy en serio.

El recién llegado se apartó de la cornisa, caminando hasta quedar a menos de tres metros del Alvino, sonrió con malicia. Era un vampiro, su metro noventa irradiaba poder, sus ojos negros con vetas rojas eran fríos como el metal de una espada. Un ser sin contornos suaves ni puntas redondeadas. El Oscuro no era alguien a quién llamabas para tomar el té con galletitas.

-Convénceme que matarte es un mal negocio.

Vestido de negro de pies a cabeza, el arete en su oreja derecha y la espada escondida bajo la gabardina larga dejaba en claro que era el chico malo del vecindario.

Adler tragó en seco, había tratado antes con criaturas oscuras, pero ese ser en especial tenía fama de matar primero y luego mear en tu tumba. Disimulando lo mejor que pudo la aprensión que sentía, se decidió a proponer su negocio.

-Necesito que me traigas a alguien -jugó con los gemelos del puño de su camisa blanca.

La carcajada del vampiro se hizo un lugar entre el ruido de patrullas y gritos de alguna pareja que no se ponía de acuerdo en el precio.

-Me has hecho reír -habló pasados unos segundos-. Eso te ha dado unos minutos extra de vida.

-Escucha todo lo que tengo por decir -los ojos grises de Adler refulgieron ante lo cerca que estaba de lograr su propósito-. Si haces lo que te pido tendrás la información que has estado buscando desde hace siglos.

En un rápido movimiento el vampiro estampó contra el piso de la azotea al Alvino suicida.

-Ten cuidado con lo que dices -la voz convertida en un gruñido-. Eres un hombre muerto.

-¿Y si fuera verdad? -luchó para poder usar su voz, el apriete del vampiro en su garganta le impedía respirar-, ¿Dejarás pasar la oportunidad?

-Habla -aflojó apenas lo necesaria la garganta del otro hombre.

-Tengo una joya que le perteneció -trotó de abreviar lo más que pudo-. Si la impregnas con tu sangre y usas el hechizo adecuado, esta te llevará hasta lo que quieres.

Tan rápido como le había apresado, el vampiro le soltó. Poniéndose de pie con dificultad trato de llevar oxígeno a tus pulmones.

-Trae lo que te pido -propuso el Alvino- y yo cumpliré mi parte.

-¿Y esperas que te crea? - Los ojos negros refulgieron con furia contenida.

-La posibilidad te seduce -en su rostro de facciones nacaradas se dejó ver una sonrisa-. Este es el pacto... Trae al chico cuya información está en este sobre -Con un susurro convoco un sobre tan blanco como su ropa-. Y yo te daré la joya.

passé - jaesungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora