«diecinueve»

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Jisung se consideraba a sí mismo una cosa bastante mala, pero el Patriarca en ese momento no era el tipo de persona que uno quisiera del lado contrario de la línea. Los ojos negros de mirada impasible, ahora parecían brillar con los mismos fuegos del infierno, la camisa rota manchada de sangre seca y el cabello que caía suelto sobre los hombros. Hoy alguien moriría de la peor manera posible.

-Sabía que me lo pedirías -explicó Jeno-, ella está reuniendo a la gente necesaria.

-Bien -más que una palabra fue una sentencia-. Nosotros haremos nuestra parte.

El Oscuro simplemente observó a los otros dos vampiros, el dolor que sentía en su pecho era lacerante, la desesperación echaba raíces dentro de su alma, tenía que encontrar a Jaemin o se volvería loco. Nadie podía perder tanto dos veces en su vida.

Una mano pesada en su hombro lo hizo salir de su ensimismamiento.

-Los vamos a encontrar -se sorprendió al descubrir que era Jeno-. Esos chicos son demasiado tercos como para no regresar.

-Quiero el privilegio de ser yo quien le mate -los ojos negros del Oscuro estaban surcados por delgados hilos rojos.

-Padre tiene el derecho -explicó Jeno-. Él atento primero contra Donghyuck, es su derecho.

Jeno y Johnny se dirigieron a la armería, Jisung se tomó su tiempo. El Patriarca podía discutir el derecho por matar a ese desgraciado, pero él jamás había jugado limpio y no pensaba hacerlo ahora. El Alvino lo había menospreciado, era hora de pagar.

El sonido de los pesados cortinajes que caían cubriendo los ventanales anunció que en poco tiempo la luz de la mañana llegaría. Según recordaba Jisung, el Oscuro tampoco podría hacer nada hasta que la luna roja estuviera en la posición correcta. Irene y las brujas llegarían pronto, tenían que lograr averiguar el lugar exacto donde debía realizarse el ritual, esa sería la única oportunidad que tenían.

Cuando la luz del sol nuevamente declinaba, el estudio del Patriarca estaba lleno de personas. Irene, una mujer joven, de aspecto sencillo, el cabello café claro recogido en un moño. Jisung tuvo que poner toda su atención intentando descubrir qué tenía de especial esa mujer. A simple vista no había algo que la hiciera sobresalir del resto, solo era una chica joven en medio de un grupo bizarro de seres que variaban entre lo malo y lo peor.

-Tengo un posible lugar -habló la joven, los otros tres hechiceros simplemente estaban allí acompañando a la líder de su aquelarre-. Desde hace tiempo sabíamos de esta posibilidad, pero Adler se ha escapado de nuestras manos muchas veces. Lo hemos forzado a usar sus poderes para desgastarlo lo suficiente, después del ataque a la mansión él debe de estar al límite. Durante esta luna roja será su última oportunidad.

Un rayo fuera de la mansión se dejó escuchar, aunque ninguna nube enturbiaba el cielo.

-La luna roja comienza su recorrido, mi señora -interrumpió uno de los hechiceros-, su fuerza se podrá sentir en menos de una hora.

Johnny sentado tras su escritorio se veía demasiado tranquilo para el gusto de todos.

-¿Estás segura de la localización del lugar?

Un sonrisa lenta se comenzó a dibujar en el rostro sin maquillaje de la joven.

-Hemos esperado este momento desde hace mucho tiempo -un brillo siniestro se dejó ver tras los ojos claros-. Las brujas jamás olvidamos. Una hermana le maldijo, nosotros terminaremos el trabajo como debe de ser.

-Revisemos los mapas -habló Jeno, no quería perder más el tiempo.

Los hechiceros y los vampiros comenzaron a trazar un plan, no podía haber errores. El Alvino se había convertido en una criatura demasiado peligrosa para la existencia del mundo en general.

passé - jaesungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora