Jaemin comenzó a gemir, un ruidito bajo al igual que un lobo herido. Su lado animal sufría ante su incapacidad de ayudar a su compañero. La sangre manchaba su piel desnuda, el vampiro secuestrador se estaba muriendo. Ni siquiera en tan apurada situación él había querido beber de sus venas. Siempre había soñado con tener su propio vampiro, pero al parecer aquello no pasaba de ser eso, una fantasía de adolescente hormonado.
-No te mueras -pidió apoyando los labios contra la frente fría-. Si te mueres como voy a hacerle para patearte el culo por dejarme solo.
Un cambio en el ambiente hizo que Jaemin dejara de lado sus lloriqueos de lobo para fijar su atención en lo que ocurría a su alrededor. Una niebla espesa estaba pegada al suelo como si fuera un fino mar de leche. Las tumbas decoradas con enredaderas y maleza eran visibles gracias a la débil luz de la luna. Todo parecería tranquilo para ojos no entrenados, pero Jaemin estaba seguro que algo se escondía entre la aparente calma.
Acunando contra su pecho a su vampiro, porque sí, por mucho que el tipo renegara de él, este seguía siendo suyo. Fijó su mirada en lo que le rodeaba, esperando descubrir lo que hizo que los animalillos nocturnos se escondieran.
El frescor de la noche se convirtió en un vaho helado, tan rápido fue el cambio que Jaemin apenas si pudo delimitar lo gracias a sus sentidos mejorados. Abrazando fuertemente a su compañero, el chico dejó que el cambio entre una naturaleza y otra fuera lento, dejando un mayor rango para decidir que le convenía más hacer.
La vibración del aire hizo que la piel de Jaemin se erizara, su lobo estaba listo para saltar fuera en defensa del vampiro herido. Una luz cegadora explotó en medio de las filas de tumbas, logrando que por unos segundos el cambia-formas no pudiera ver lo que pasaba. Sin pensarlo mucho, la transformación fue completa. Un lobo blanco, el que parecía haber sido pintado con el mismo color plata de la luna, mostraba sus colmillos furioso gruñendo al lugar donde la luz había explotado y desaparecido.
Con cuidado de dejar al vampiro entre sus patas, el lobo defendió su posición, nadie tocaría a su vampiro. Jaemin por lo general no se consideraba violento, tal vez algo travieso y un poco malcriado, aunque nada comparado con el rojo que veía a través de sus ojos lobunos.
-Calma -escuchó una voz conocida tras un pequeño mausoleo-. Ahora estás seguro, cachorro.
En lugar de bajar la guardia, Jaemin erizo el pelaje de su lomo y arrugó el morro mostrando una filosa línea de dientes. El tener a su compañero herido bajo su protección lo mantenía en guardia.
La alta figura de Johnny se dejó ver al acercarse entre las tumbas, el hombre iba vestido como siempre, su elegante traje, su abrigo largo y sus zapatos lustrosos de cuero. Justo de tras del Patriarca, venía Jeno, su paso firme y la espada desenvainada dejaba saber que no venía de día de campo. El tipo casi parecía tener un letrero de "Patea Culos Certificado" con su chaqueta de cuero, sus botas de motorista y su actitud borde.
Jaemin no se dejó impresionar, los dos hombres se detuvieron a unos metros respetando los límites invisibles qué delimitó el lobo.
-Aléjate de ese vampiro -la voz tranquila de Johnny y la mano extendida invitaban al lobezno a correr junto a él. Jeno por su parte comenzó rodear en busca de la retaguardia de Jaemin, el hombre venía claramente por el vampiro caído.
Jaemin conocía lo suficiente al Patriarca y a Jeno como para saber que su compañero era hombre muerto desde el momento mismo que este se atrevió a secuestrarle. Por mucho que amara a su manada, no podía permitir que dañara a su compañero. El destino lo había puesto en su camino, él cumpliría su parte conservándolo.
-Ven conmigo -insistió Johnny al ver cómo el lobezno se negaba a apartarse del otro vampiro-. Ese vampiro es peligroso, él no es parte de nuestra manada... Debes dejarlo allí y venir aquí.