Jaemin despertó lentamente. El aroma que había dejado el vampiro lo hizo suspirar queriéndose enredar en el hombre como si se tratara de una planta trepadora. Sentándose de golpe sacudió su cabeza tratando de alejar esos pensamientos de puta. El tipo era un secuestrador, por mucho que este le haya salvado de los humanos locos. Además tenía mal genio y por el color característico de los malditos en los ojos, al vampiro no le faltaba mucho para ser producto de pesadilla.
Tallándose los ojos trató de quitar todo rastro de sueño, sentía que había dormido por horas. Junto a la jaula encontró algo que le dejó algo extrañado, una caja térmica estaba al alcance de su mano. Al halarla entre los barrotes, descubrió que el vampiro le había dejado su cena allí.
El lobo que habitaba dentro de él comenzó a mover la cola contento. Jaemin gruñó molesto, el chucho se vendía por dos hamburguesas, aunque el detalle de las papas era lindo. Sin poderse contener atacó la cena, era simple cuestión de supervivencia. El refresco estaba muy bueno, era mejor que tomar agua.
Limpiadas las manos con la servilleta, Jaemin se dedicó a caminar en círculo lo que el limitado espacio le permitía. Luego de algún rato se aburrió. Tirándose de panza sobre el nido de pieles, comenzó a pensar en algún plan para escapar del vampiro secuestrador. Cuando tenía un par de ideas medianamente decentes, su lobo comenzó a gruñir ya que para lograr su cometido debía noquear al gran y malvado hombre.
-Genial -refunfuñó en voz alta. Tener un enemigo dentro de sí mismo no era agradable. Era como si su lobo cabezota se le hubiera obsesionado con el gran vampiro. Ahora que no negaba que siempre soñó con tener un compañero como lo tenían Renjun y Donghyuck, pero de allí a que fuera un secuestrador de mierda, terco como una mula y mal geniado como lo debía ser el demonio, eso no era lindo.
Tirado sobre las pieles, Jaemin comenzó a sentir un calor molesto que irradiaba desde su vientre invadiendo lentamente todo su cuerpo. Llegó a tal la incomodidad que apartó las pieles quedando con el culo desnudo sobre la fría piedra del piso. Un sudor fino cubrió su piel dándole la apariencia del satén al ser acariciado por la luz de las velas.
Jaemin estaba acalorado, cosa extraña si hace apenas algunos minutos se estaba quejando por el frío de ese lúgubre lugar. Buscando con la vista una manera de aliviar el calor, vio la última botella de agua que le quedaba junto a las rejas. Tomando el envase, bebió a grandes tragos el contendido, dejando un poco para regalo sobre su cabeza.
Había pasado ya lo que el lobezno había calculado ser más de una hora. Las cosas en lugar de mejorar solo empeoraban. El calor había tomado un matiz diferente, era como un ardor que no quemaba, un cosquilleo en la piel qué se centraba en la necesidad de sus partes bajas. Jaemin se sentó, olfateó el aire como solo un lobo lo haría. La decepción era palpable en su semblante. El puto vampiro todavía no regresaba.
Poniéndose de pie Jaemin trató de pensar en otra cosa, sostenido de las rejas recostó sus mejillas al frío metal buscando alivio. Al sentir el frescor pegó el resto del cuerpo a las varillas, dio un respingo al sentir la presión en sus bolas y en su pene.
-No puede ser posible -ronroneó Jaemin acariciándose a sí mismo-. No puede ser el celo. Nadie puede ser tan enemigo de la buena fortuna como para que le pase algo como esto.
Ya sin mucha ceremonia, Jaemin envolvió su pene con una mano mientras con la otra se masajeaba las bolas. Dándose la vuelta recostó la espalda a las rejas marcando su bonito culo en el proceso. Gimiendo como una puta bien pagada, contoneó su cadera para encontrase con la fricción de su puño. Imágenes del misterioso vampiro secuestrador llegaron a su mente. Las manos grandes fueron evocadas sobre su piel, los colmillos largos y filosos arañaban la parte sensible de su cuello.