Como si supiera del peligro en el que estaba, el pequeño lobo se retorció un poco en los brazos de su captor, anunciando que pronto recuperaría la conciencia. La foto del chico en su forma humana llegó hasta la mente del antiguo, de pronto verle en la fría prisión no se le hizo una idea tan tentadora.
-¡Por un demonio! -gruñó el vampiro. Sin querer darle más vueltas al asunto se fue hasta el fondo del antiguo nicho de piedra, usando las empinadas escaleras bajó hasta el último nivel. La bóveda cerrada con gruesos barrotes y asegurada por cadenas estaría perfecta para el lobo en caso de que quisiera dar problemas.
Aunque como primer impulso hubiera querido tirar el bulto dentro de la celda, acabo colocándolo suavemente en una esquina, mientras iba a buscar algo que le diera cierta comodidad a su prisionero.
A Jaemin le dolía desde la punta de la cola hasta la punta de las orejas, pasando por cada puto hueso de su forma animal. Abrir los ojos le llevó un esfuerzo de cuando menos un minuto. Al lograr aclarar la visión, se dio cuenta de que estaba en un problema más grande de lo que imaginaba. Sus malestares no eran producto de la fiesta de la noche anterior.
La marejada de recuerdos llegó a su memoria aumentando el dolor de cabeza que ya tenía. El secuestro, los disparos, la sangre, el miedo... Realmente estaba jodido, y no de la manera que un adolescente soñaría. Todavía tirado de panza, temiendo que moverse aumentara los malestares, recorrió con la vista el lugar donde estaba.
Jaemin estaba seguro que de estar de pie en sus cuatro patas, las quijadas se abrían estrellado contra el duro suelo de piedra. La luz era emitida por antorchas colocadas en pedestales en la pared, extrañamente no podía sentir el aroma de algún combustible que las hiciera arder. La ausencia de ruido era casi total, cosa entendible si se tomaba en cuenta que las paredes parecían hechas de grandes bloques de piedra sólida.
Invocando su naturaleza humana, Jaemin se encontró con el culo desnudo sobre mullidas pieles de animales. Por el color y el tamaño estaba seguro que eran de oso, porque del aroma original ya nada quedaba. Halando una de las pieles contra su cuerpo, se resguardó del frío, aspirando profundo trato de calmar los nervios que se estaban adueñando poco a poco de su cordura. Definitivamente no estaba en casa, ni de cerca ese lugar sería su habitación.
Justo cuando iba a hiperventilar, llegó hasta su nariz un aroma suave que poco a poco penetró en sus sentidos hasta reconfortarlo. Acercando su nariz humana hasta la piel de oso que tenía para cubrirse, descubrió que el olor provenía de estas. Aunque el olfato humano no era tan desarrollado como el del lobo, aun así pudo darse cuenta que jamás había olido algo mejor que eso. Olvidando por un momento la intimidante situación en la que se hallaba, se recostó a todo lo largo sobre las suaves pieles y comenzó a revolcarse en ellas como lo haría un lobo para adquirir el aroma de la manada.
El ruido de una puerta al abrirse lo hizo incorporarse dejando de lado su juego. Ahora era un lobo en alerta. Regresando a su forma animal, decidió que esa era la manera en la que quería enfrentar a su enemigo. Lamentablemente el sonido de pasos que bajaban los escalones de piedra trajo consigo ese aroma en particular. Todo el cuerpo del lobo se erizó en la espera, la cola levantada en alerta, el aroma se acercaba junto a su captor.
-Veo que ya estás sobre tus patas -hablo el dueño de las pisadas.
Jaemin dio un paso atrás dentro de su jaula. El recién llegado medía cuando menos dos metros de alto, el cabello negro corto y un arete adorando el lóbulo de la oreja. Vestido totalmente de negro parecía como esos chicos góticos de cuero y cadenas. La construcción del hombre era tal que a Jaemin no le extrañaría que ese vampiro hubiera sido un temido gladiador mata leones en el Coliseo Romano.