3.2 - Confesión

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Gisele sintió un gran vacío en cuanto ingresó a su departamento. Había muchos recuerdos de Joseph por todo el lugar. Podía ver su silueta en cada rincón que una vez hizo suyo, nadie más se lo pudo quitar. La profunda conexión que hubo en cuanto comenzaron su amistad, más que compañerismo, era familiaridad. Un Joseph recostado en el sofá, lanzando una pequeña pelota de goma hacia la pared que enseguida regresaba a él para que volviera a lanzarla mientras conversaba de cosas triviales con ella. Ambos totalmente dedicados a sus reportes e investigaciones, pasando la noche en vela, sentados en el pequeño comedor, donde más de una vez el cansancio los hizo botar la taza de café, o migajas de comida rápida. Noches de baile improvisado en medio de aquella pequeña sala, descalzos sobre la alfombra, y canciones que él siempre comenzaba y ella terminaba.

A cortos y lentos pasos, Gisele fue ingresando cada vez más a su espacio, y juraba sentir su olor impregnado en el aire.

El ligero ruido de algún objeto rozar con una superficie, la hizo volver a la realidad.

—¿Él...? —No pudo terminar de formular la pregunta al no saber cómo tocar el tema.

—Estaba en la misión, y fue el primero que... —Una lágrima bajó por su mejilla y su mirada se perdió en aquel portarretrato que tomó de la mano de su visitante. Mostraba una Gisele muy sonriente que había quedado atrás, junto al abrazo cálido de aquel chico castaño que días antes, por fin, la había hecho suya en todos los aspectos.

—¿Quieres hablar de eso?

—No —dijo de tajo. Pasó el dorso de su mano secando aquello que la hacía ver débil y dejó el objeto en su sitio. Después rodeó la estancia para sentarse en un sofá.

Billy la siguió y se sentó frente a ella, sobre una pequeña mesita de centro.

—¿Qué va a pasar ahora?

—Es claro que no se puede quedar así. El jefe de la comisaría nos ha sacado del caso.

—No lo justifico, pero si yo no lo hubiese visto con mis propios ojos, no lo habría creído si te soy sincero.

—Es que ese es justamente el problema, Coen. No le dijimos nada sobre las bioarmas. Sí, lo de los experimentos y los manejos de la compañía, pero no mencionamos hasta donde llegó.

—Entiendo que no hayan entrado en detalles aún porque él tendría en cuenta que ustedes saben demasiado, pero ¿por qué esa precaución? ¿Crees que el hombre ese también metido en eso?

—No había pensado en eso ahora que lo mencionas..., y Wesker siempre estaba con él, muchas decisiones eran influenciadas por Albert...

—¿Te das cuenta de que esa compañía tiene a la ciudad en sus manos? No permitirá que su secreto salga del bosque por la boca de sobrevivientes que tienen mucho qué contar.

—Creo que nos quedó claro que eso no se puede controlar. Coen, eso va a expandirse del bosque a la ciudad.

—Lo sé. Pero su estrategia obviamente por lógica será que se salió algo de las manos, las cuales van a querer limpiar a su antojo y su modo cuando se salga de control. Pero, ¿qué pasará si saben que hay personas que saben que eso no es cierto? Tienen que andarse con cuidado, Gisele. Cuando Umbrella sepa que hubo sobrevivientes, porque ten la seguridad de que lo sabrá, va a asegurarse de callar bocas.

—Es verdad... Pero no soy de las que callan con facilidad. Se necesita mucho, Coen, para que alguien me pueda silenciar. Lo que ahora quiero saber, es ¿por qué te dejó ir Rebecca?

—Pues...

—Necesito una buena razón para seguir cubriéndote la espalda. No me gustaría tener que entregarte sin una buena razón, ahora que me caes bien —Los labios de Billy esbozaron una sonrisa de satisfacción y asintió dispuesto a confesar.

—Me acusaron injustamente de asesinar a veintitrés personas —reveló borrando la sonrisa, y cambiando a una seria expresión—, así que, después de juzgarme, me condenaron a una sentencia de la pena máxima.

—¿Lo hiciste? —Él meneó la cabeza negándolo sin dejar de mirarla a los ojos

—Soy un ex-Marín con principios y vocación, jamás haría eso.

—¿Qué sucedió? —quiso saber.

—Era teniente segundo de la infantería de Estados Unidos en la fuerza Raccoon. Nos enviaron a una misión en África, para combatir una guerra civil, y las órdenes eran encontrar un grupo de guerrilleros que tenían su base escondida en la jungla. Cuando desembarcamos, comenzamos la búsqueda que no fue fácil, tuvimos bajas quedando cuatro finalmente. Logramos llegar a la ubicación, pero allí no hubo más que civiles inocentes que hacían funcionar una pequeña aldea. No había guerrilleros. No teníamos con quién pelear, pero nuestro líder decidió acatar las órdenes. Quise impedirlo, y desobedecí, pero ellos me dejaron fuera de combate y no pude hacer nada. Dijeron que perdí la cordura y me adjudicaron las muertes.

—Sabía que no eras un simple civil. Además, noté las placas en el cuello de Rebecca —El rostro de Billy se vio sorprendido por un pequeño detalle tan simple como ese—. Debió ser más discreta.

—Ella dijo que me daría oficialmente por muerto.

—Y se llevó un trofeo para demostrarlo —Se puso de pie y caminó hacia la ventana que daba a la calle donde se cruzó de brazos para observar el exterior—. Vaya hazaña de su parte. Fue muy estúpido; sin embargo, debo reconocer que valiente sí conocía el temperamento de Albert Wesker.

—¿Preferirías llevar tú el trofeo? —inquirió con tono sugerente acercándose a ella, pero Gisele endureció sus facciones con soberbia.

—No necesito un trofeo —respondió mirándolo de pies a cabeza, y regresó la vista a la calle—. ¿Cuánto tiempo crees que tarde en expandirse a los suburbios?

—Sería cuestión de semanas, tal vez —contestó imitando a Gisele, al tiempo que negó con la cabeza tras haber comprendido lo que quiso decir ella con su mirada.

—Debemos pensar en una forma de advertir a la ciudad, pero será más difícil tener los permisos necesarios para indagar más y nadie nos creerá si vamos con todo eso sin pruebas.

—Cualquier cosa en que te pueda ayudar, solo tienes que decirlo, me mantendré cerca.

—Gracias, pero eso sería involucrarte más con este asunto.

—Ya estoy demasiado involucrado, y no me importa en realidad. No hay problema con eso, por ahora no tengo identidad, supongo —esbozó una sonrisa.

—¿Tú qué piensas hacer ahora? —inquirió siguiéndolo hasta la puerta.

—Podría ir a los marines e informarles lo que ocurrió y aceptar una condena injusta, o huir y esconderme bajo una falsa identidad.

—O podrías limpiar tu nombre —sugirió acaparando la atención del hombre que enseguida se giró hacia ella tras abrir la puerta.

—Parece una opción.

—Lo es —afirmó a escasos centímetros de él.

—Lo pensaré —Estando en silencio, su mano se alzó y acarició con la punta de sus dedos el mentón de la chica, sonrió ligeramente guardándose para sí mismo el impulso de robarle un beso y echar a perder la confianza que ya se había ganado. Terminó por salir del departamento y ella cerró la puerta, recargándose de espalda a esta y mirando nuevamente desde la distancia aquella fotografía.

 Terminó por salir del departamento y ella cerró la puerta, recargándose de espalda a esta y mirando nuevamente desde la distancia aquella fotografía

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Peligro Biológico. Sin escape | Fan Fiction | En proceso lentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora