Capítulo 9.

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9. La Carta

Nos encontrábamos desayunando con tranquilidad, había pasado una semana desde que volvimos de Escocia y yo seguía sin poder creer que al otro lado del océano había un lugar con los paisajes más hermosos del mundo, y que yo había estado allí.

Del viaje era de todo lo que había hablado durante la última semana, y como mis vecinas estaban ansiosas por saber todo, no les importó mucho.

Lady estaba sentada junto a mi silla, por primera vez Bastian había podido hacerse cargo de un ser vivo aparte de él mismo.

El timbre de la casa sonó, eran las ocho de la mañana, por lo que probablemente era el cartero, me levanté, dispuesta a ir a recibir las cartas como de costumbre, pero Reginal se interpuso en mi camino.

― Yo voy ― Me dijo regalándome una sonrisa

― No es necesario.

Reginal prácticamente me obligó a volverme a sentar.

― No te molestes, yo lo hago sin ningún problema

Empecé a jugar con los cubiertos mientras esperaba a que Reginal volviera yo ya había acabado mi desayuno, solo estaba esperando a que él terminara el suyo para que así pudiéramos ir a hacer las compras, me negaba a salir sola de casa y mis amigas estaban muy ocupadas con las tareas de sus hogares y cuidando a sus hijos como para acompañarme.

Reginal volvió a entrar al comedor, leía una de las cartas con el ceño fruncido.

― ¿Está todo bien? ― le pregunté, podía ver como releía una y otra vez la carta, como si estuviera buscando algo.

Reginal colocó el sobre de la carta en la mesa, me incliné un poco para poder leerlo, no tenía nada en especial, solo la dirección de nuestro hogar, como todos los sobres.

― Mi querida Elen ― Reginal empezó a leer la carta ― no sabes la torturan que fue para mi no haber podido escribirte durante prácticamente dos semanas, ¿Como te fue en tu viaje? espero que el idiota de tu marido no te haya molestado mucho.

Reginal se detuvo un momento, yo apreté los labios, intentando no reírme.

― Como sea, espero que estés bien, y ansío leer tu respuesta, con el mayor amor del mundo, tu persona favorita.

Se formó un silencio, Reginal me miraba fijamente esperando una respuesta de mi parte, yo seguía intentando no reírme.

― Sé lo que estás pensando ― Empecé ― y no es para nada lo que piensas.

― ¿Y qué es lo que pienso?

― Piensas que te estoy engañando ― me levanté de la silla, para poder ver su cara mejor.

― Bueno, ¿Que esperas que piense después de leer una carta de un hombre que me llama idiota, se hace llamar tu persona favorita y que te escribe una carta "Con el mayor amor del mundo"

Me crucé de brazos, mirando fijamente a los ojos Reginal.

― ¿Qué te hace pensar que fue un hombre el que me escribió la carta?

El ceño de Reginal se frunció aún más, desvió la mirada hacia la pared

― ¿Que clase de mujer escribiría una...? ― Reginal pareció darse cuenta, volvió a mirarme ― Taylor.

Asentí mientras rodeaba los ojos.

― Incluso si hubiera sido de un hombre, ¿Por qué te importaría? tu mismo lo dijiste "No te debo nada, ni tú me debes nada a mí, nuestro matrimonio es una farsa"

― Yo... ― lo mire con la ceja alzada ― que lo haya dicho no significa que lo piense.

― ¿A no?

― No

― Ese es un dato verdaderamente interesante, lo tomaré en cuenta.

― ¿Lo harás?

― Si...

Me di cuenta de lo cerca que estábamos, ¿Habíamos estado así desde que me levanté de la silla o alguno de los dos se había acercado durante la conversación?

El punto era que estábamos tan cerca que podía sentir su respiración y eso en parte me hacía sentir nerviosa, por otra parte, Reginal era un hombre verdaderamente atractivo y yo ya no era una niña.

Pude sentir como su mano rozaba la mía, inmediatamente sentí un cosquilleo, no pude evitar soltar una risa nerviosa, baje ligeramente la cabeza, mis ojos estaban indecisos entre sí mantener el contacto visual, o mirar hacia el piso.

la mano de Reginal empezó a subir por mi brazo contuve la respiración, seguí con la mirada su mano, vi como pasaba por mi hombro, por mi cuello, hasta que finalmente se posó en mi mejilla, acariciándola, sentí un cosquilleo, me obligue a mirar a Reginal a la cara, mis labios estaban entreabiertos, la mirada de Reginal fija en ellos.

Vi atentamente como el se acercaba más a mi, nuestros labios se rozaron, sentí como si hubiera mariposas en mi estomago, me acerque un poco más el, mi mente rogaba por más contacto con sus labios, al final fue él quien decidió unir nuestros labios.

No se podía comparar este beso con el de nuestro matrimonio, este era más afectuoso, mucho más afectuoso, sinceramente me parecía increíble que esos fueran los mismos labios que besé cinco años atrás.

La mano de Reginal ya no estaba en mi mejilla, ahora ambas se encontraban en mi cintura, su agarre era firme, nos separamos brevemente para poder tomar algo de aire, basto solo una mirada para que nuestros labios se unieran de nuevo.

pase mis brazos por su cuello, mis manos acariciaban su cabello, no lo voy a negar, se sentía realmente bien estar así con Reginal, la emoción recorría todo mi cuerpo, quería más.

No se muy bien en qué momento, pero terminé contra la pared mientras Reginal me besaba con vigor, mis piernas alrededor de su cintura, él prácticamente me estaba alzando, cuando hicimos una pausa para respirar, lo mire fijamente a los ojos.

― ¿No se suponía que íbamos a hacer las compras? ― le pregunté.

Reginal me acomodo en sus brazos, tenía una sonrisa juguetona en los labios, sus ojos verdes tenían un brillo que yo nunca había visto antes.

― Podemos ir luego ― me respondió antes de volver a besarme.

En Los Años 50Donde viven las historias. Descúbrelo ahora