~Capítulo 14~

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Harry

Harry petó con fuerza en la puerta de su camarote a la mañana siguiente, con el sol apenas comenzando a salir. Si tenía que actuar como la nueva niñera de la traidora, lo haría a su modo. Se aseguraría que el tiempo que le quedaba en la Isla de los Perdidos fuera un infierno.

—Arriba, princesita, nos esperaba un día muy largo —dijo al tiempo que volvía a petar en la puerta.

Whitney abrió la puerta enseguida, con cara somnolienta pero ya vestida; seguramente había dormido con la ropa puesta y por eso había respondido tan rápido.

—¿Algún plan maligno mañanero? —le preguntó la chica.

Incluso estando en una posición tan delicada seguía con ganas de guerra...

—Claro, un par de robos y ataques antes del desayuno como tengo por costumbre —respondió Harry—, pero primero creo que el señor Smee tiene un regalito para ti.

—¿Más ropa?

—Más bien, creo que son accesorios.

El señor Smee llegó al momento, como si hubiera sido invocado.

—Bien, señorita Whitney, si me hace usted el favor de sentarse —dijo el señor Smee. Whitney se sentó en la cama del camarote mientras Smee revolvía en su bolsa. Harry vigilaba desde la puerta—. Creo que el herrero hizo todo lo que pudo con las indicaciones que me dio el capitán, así que si no le importa, niña...

Smee sacó un par de aros de metal, similares a unos grilletes pero sin la cadena que los unía. Harry tentó el peso de uno mientras Smee ajustaba el otro en uno de los tobillos de Whitney. Aquella cosa pesaba más que todo el maldito barco y tuvo que hacer verdaderos esfuerzos por no dejarlo caer.

Cuando Smee acabó de ajustar el primero, Harry le pasó el segundo y repitió la maniobra. Smee sudaba por el esfuerzo de aguantar esa cosa, pero a él no le importaba fingir. Whitney, por el contrario, no daba señales de estar molesta con el peso.

—Levántate —le dijo Harry una vez que Smee acabó de ajustar el segundo—. Intenta andar.

Whitney lo hizo sin rechistar, con pasos lentos y un poco torpes. Si ahora volvieran a pelear, la chica ya no se movería con tanta desenvoltura como la vez anterior.

—¿Puedes volar? —le preguntó Harry.

—Con estas cosas no —respondió Whitney.

—Inténtalo —ordenó Harry, desconfiado. Sólo le faltaba que la rehén de su padre se le escapara volando—. Ahora.

Whitney suspiró e intentó hacer lo que le decía. Sólo consiguió ponerse de puntillas, con la punta de sus pequeños pies bien pegada en el suelo, justo como debía de ser; por la cara que estaba poniendo, le debía de doler un montón el esfuerzo.

—Parece que me voy a hacer un agujero en ese barco podrido —dijo Whitney.

—Mientras sea cuando no te estoy vigilando, me parecerá bien —contestó Harry—. Y ahora andando, tenemos cosas que hacer.

Whitney salió del camarote todo lo rápido que pudo.

—Harry. —El señor Smee lo detuvo agarrándolo por el brazo antes de que pudiera seguirla—. No te pases con la chica.

—¿Y qué hago con ella, señor Smee? —preguntó Harry mientras se deshacía del agarre—. ¿La invito a tomar el té? O mejor aún, ¿la trato como una princesa? ¿Dejo que me corte la mano como su padre le hizo al mío?

—Ella no escogió ser la hija de sus padres igual que tu no escogiste ser el hijo del tuyo —respondió el señor Smee—. No dejes que la guerra de tu padre te arrastre, ella no te ha hecho nada malo.

Nunca digas Nunca Jamás ~Harry Hook~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora